El Evangelio de este domingo nos dice que Jesús comenzó a predicar diciendo: «Conviértanse, porque ya se acerca el Reino de los cielos». ¿Y cuál es ese Reino que Él promete? ¿Qué nos acarrea esta llamada? ¿En qué consiste esta llamada que en concreto en la escena evangélica de hoy hace a Pedro, a Andrés, a Santiago, A Juan y en ellos a todos nosotros? Jesús nos llama a establecer desde este mundo el Reino que llegará a su plenitud cuando todos estemos junto a Él gozando de la eternidad y que propone que «hay más alegría en dar que en recibir»; que «quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»; que «el que quiera ganar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa la ganará»; que hay que «amar a los enemigos»...
Sí, Jesús viene y nos llama a este mundo que exige una «conversión». Y decir conversión es dar un giro de 180 grados continuamente. Tras el encuentro, conversión y fe en Jesús, viene el seguimiento de su persona. Así lo pide tanto la dinámica de la vida como las mismas palabras del Señor: «¡Sígueme!». Ser discípulo–misionero de Cristo es sentirse llamado a entrar en una comunidad que, buscando establecer el Reino que propone Cristo, haga posible encontrarse con Él, seguirle y continuar su misión evangelizadora con María hacia la edificación plena y total de este Reino que llegará a su plenitud. Y tú... ¿cómo construyes el Reino desde aquí en la tierra? ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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