Es bonito cerrar el ciclo navideño con esta celebración en la que contemplamos ya a Jesús adulto. Esto nos concientiza también a nosotros en que el Espíritu, que nos impulsa a realizar una misión también mesiánica de vivir y comunicar el amor de Dios, nos lleva en el mismo dinamismo de Cristo porque ese Cristo a quien ahora contemplamos como Divino Niño envuelto en pañales, antes de retirar el nacimiento que hemos colocado en casa, es el mismo que nos invita a crecer en gracia, sabiduría y edad para también, como Él, edificar el Reino de Dios a nuestro alrededor.
Sí, es tiempo de guardar el nacimiento, el árbol de Navidad, las luces y los adornos de esta época que mueve el ceño hasta de los rostros más adustos. Regresaremos a la infancia de Jesús al celebrar el 2 de febrero la fiesta de la presentación del Señor. Mientras tanto nos adentraremos en la primera parte del tiempo ordinario. Así pues, cerrando la Navidad, este día nos ofrece una buena oportunidad para rememorar nuestro bautismo, para agradecerlo a Dios y también para renovar nuestro compromiso bautismal. Que María santísima interceda por nosotros y nos dejemos guiar, como ella y como Jesús, por la acción del Espíritu. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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