miércoles, 4 de enero de 2023

«Cuidado con el relativismo reinante»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué bonito empieza hoy el fragmento de la primera carta del apóstol san Juan que la liturgia del día nos presenta como primera lectura: «Hijitos míos: No dejen que nadie los engañe. Quien practica la santidad es santo, como Cristo es santo. Quien vive de pecado, se deja dominar por el diablo, ya que el diablo es pecador desde el principio» (Jn 3,7-10). El apóstol san Juan se preocupa mucho de preservar a sus cristianos de posibles desviaciones. Es que todos sabemos que el mal, el error pueden infiltrarse en donde quiera. La historia de la Iglesia nos dice que pronto, desde aquel tiempo de los primeros cristianos, empezaron las herejías. Los falsos doctores, los falsos conductores, los falsos profetas existen hoy como existieron en aquellos tiempos.

Tanto el Papa Francisco como su antecesor, el recordado Papa Benedicto XVI que acaba de fallecer, expresan en diversas homilías, discursos y documentos, su preocupación por las artimañas que utiliza el diablo para desviar la mente y los corazones de muchos del plan que Dios tiene para nuestra salvación. El relativismo reinante, que hace ver que cada quien según su verdad tiene la razón, ha causado estragos y ha abierto las puertas a que el diablo se sienta, en muchas almas, como en su casa. Varias veces he escuchado a mi madre recordar que la fundadora de la Agrupación de Esposas Cristianas, la señora Josefina Campos, a quien tuve el gusto de conocer, decía que el diablo encontraba fácil entrada al corazón del hombre por solo cuatro palabras: «¡al cabo qué tiene!»

El mundo es el teatro donde se libra el gran combate entre Dios y el diablo. Jesucristo está en el corazón del mundo, como en la arena, en un cuerpo a cuerpo, luchando contra el diablo, que es el autor del pecado. Con la ayuda valiosísima de María santísima, pidamos al Señor que nos conceda mantenernos siempre lejos del relativismo reinante y que nos conceda lucidez suficiente para descubrir a nuestro alrededor el pecado del mundo y nuestra propia participación en él. A pesar de los desvíos y los resbalones pasajeros, a pesar de las caídas ocasionales, le pertenecemos al Señor. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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