sábado, 14 de enero de 2023

«Ante la contaminación auditiva»... Un pequeño pensamiento para hoy


Casi siempre hago mi reflexión personal, que se convierte en este pequeño pensamiento para el día siguiente, antes o después de la hora de comida. Me gusta mucho encontrar un espacio de silencio para hacerlo. Pero hoy, por diversas circunstancias, ahorita que son pasadas de las 10 de la noche comienzo a escribir y lo hago en una situación muy complicada. En casa todo es silencio siempre —como en las casas de los lados—, pero muy cerca hay una casa de estudiantes de esos que seguramente no estudian, pero hacen, en competencia con otros vecinos también muy cercanos, fiestas interminables que empiezan a la hora de la cena y terminan hasta las 7 u 8 de la mañana del día siguiente. Esta es una de esas noches en que hay que escribir con audífonos de esos que le permiten a uno escuchar una buena música y cancelar el sonido exterior. A mí ayer mismo se me acaban de descomponer los inalámbricos que tenía desde hace años y que los viernes y sábado en la noche cuidaban mis oídos de los nefastos gritos de palabras malsonantes y música estridente. Ya los pobres rindieron lo suficiente. Por suerte tengo unos alámbricos también de años atrás, que uno de mis primos echó a andar consiguiendo el cable que le faltaban y funcionan aún. De tal manera que así me permito ahorita, como todos los viernes y sábados, aislarme del ruido y reflexionar para compartir con ustedes estas líneas que con este preámbulo se harán larguísimas... 

Quiero hacer mi reflexión con la primera lectura de la Misa de hoy (4,12-16) que nos habla, entre otras cosas de la palabra de Dios, que «es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos». Cada día, los discípulos–misioneros de Cristo nos ponemos a la luz de la palabra viva y penetrante de Dios. Nos dejamos iluminar por dentro con esta palabra que dejamos entrar al corazón. Nos miramos a su espejo. Unas veces esta palabra nos acaricia y consuela. Otras, nos juzga y nos invita a un discernimiento más claro de nuestras actuaciones. En algunos momentos nos condena cuando nuestros caminos no son los caminos de Dios. La palabra de Dios nos va sosteniendo en nuestro camino de fe. Ahora es mucho más fácil, que por ejemplo, hace 30 años, acceder a la compra o descarga de Biblias de diversas editoriales que están al alcance de diversas maneras. Hoy en la tarde, Claudia, que es una de nuestras feligresas más asiduas en la parroquia y que es una joven madre de familia, me llevo a bendecir una Biblia de Jerusalén en francés porque tiene un sobrino jovencito que ama el francés que ha estudiado y ella le prometió ese regalo para que practique leyendo. ¡Qué gran regalazo! Dios quiera que ese muchacho encuentre espacios en su día a día para ir leyendo los Evangelios y los demás escritos.

Les invito, pues, a leer estos cinco versículos de la carta a los Hebreos que son puramente alabanza de la Palabra de Dios, una alabanza conocida: viva y eficaz, más penetrante que una espada de doble filo. Ciertamente que no podemos reducir la palabra de Dios a la pura Biblia y su lectura. El contacto con la Escritura nos debe llevar al hablar con Dios, a escuchar su palabra que es creadora, que hace lo que significa, que penetra hasta las entretelas del alma. Esta palabra de Dios, la que está escrita en la Escritura y la que nos guía en la oración se abre camino en nosotros y hemos de encontrar espacios para leer y meditar la palabra escrita y espacios para dejar pronunciar a Dios su palabra en la oración, aunque tengamos que estar como yo ahorita, con los audífonos puestos huyendo del ruido mundanal que ataranta y altera la paz del corazón. Bueno, ya me alargué mucho en esta mal hilvanada y larga reflexión. pero por favor encomiéndenos a todos los vecinos de esta gente ruidosa que a pesar de no estar barda con barda parece que los tenemos aquí dentro de casa... ¿será que me desahogué escribiendo?... Tal vez, pero lo cierto es que si tenemos una Biblia y la leemos, si hacemos oración y dejamos hablar a Dios, nuestra vida se hace don y tarea de conquistar a todos para Cristo con oración y sacrificio y los viernes y sábados en la noche, aquí, nos ofrecen un espacio importante para ofrecer un pequeño sacrificio. Que María santísima, que seguro tuvo que soportar los ruidos de su tiempo, Ella, la mujer amante del silencio interceda por nosotros. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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