Quiero hacer mi reflexión con la primera lectura de la Misa de hoy (4,12-16) que nos habla, entre otras cosas de la palabra de Dios, que «es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos». Cada día, los discípulos–misioneros de Cristo nos ponemos a la luz de la palabra viva y penetrante de Dios. Nos dejamos iluminar por dentro con esta palabra que dejamos entrar al corazón. Nos miramos a su espejo. Unas veces esta palabra nos acaricia y consuela. Otras, nos juzga y nos invita a un discernimiento más claro de nuestras actuaciones. En algunos momentos nos condena cuando nuestros caminos no son los caminos de Dios. La palabra de Dios nos va sosteniendo en nuestro camino de fe. Ahora es mucho más fácil, que por ejemplo, hace 30 años, acceder a la compra o descarga de Biblias de diversas editoriales que están al alcance de diversas maneras. Hoy en la tarde, Claudia, que es una de nuestras feligresas más asiduas en la parroquia y que es una joven madre de familia, me llevo a bendecir una Biblia de Jerusalén en francés porque tiene un sobrino jovencito que ama el francés que ha estudiado y ella le prometió ese regalo para que practique leyendo. ¡Qué gran regalazo! Dios quiera que ese muchacho encuentre espacios en su día a día para ir leyendo los Evangelios y los demás escritos.
Les invito, pues, a leer estos cinco versículos de la carta a los Hebreos que son puramente alabanza de la Palabra de Dios, una alabanza conocida: viva y eficaz, más penetrante que una espada de doble filo. Ciertamente que no podemos reducir la palabra de Dios a la pura Biblia y su lectura. El contacto con la Escritura nos debe llevar al hablar con Dios, a escuchar su palabra que es creadora, que hace lo que significa, que penetra hasta las entretelas del alma. Esta palabra de Dios, la que está escrita en la Escritura y la que nos guía en la oración se abre camino en nosotros y hemos de encontrar espacios para leer y meditar la palabra escrita y espacios para dejar pronunciar a Dios su palabra en la oración, aunque tengamos que estar como yo ahorita, con los audífonos puestos huyendo del ruido mundanal que ataranta y altera la paz del corazón. Bueno, ya me alargué mucho en esta mal hilvanada y larga reflexión. pero por favor encomiéndenos a todos los vecinos de esta gente ruidosa que a pesar de no estar barda con barda parece que los tenemos aquí dentro de casa... ¿será que me desahogué escribiendo?... Tal vez, pero lo cierto es que si tenemos una Biblia y la leemos, si hacemos oración y dejamos hablar a Dios, nuestra vida se hace don y tarea de conquistar a todos para Cristo con oración y sacrificio y los viernes y sábados en la noche, aquí, nos ofrecen un espacio importante para ofrecer un pequeño sacrificio. Que María santísima, que seguro tuvo que soportar los ruidos de su tiempo, Ella, la mujer amante del silencio interceda por nosotros. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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