domingo, 15 de enero de 2023

«Domingo, día del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos al segundo domingo del Tiempo Ordinario con una liturgia de la Palabra muy motivadora para acercarnos a nuestro Dios. Las tres lecturas de la Misa (Is 49,3.5-6; 1 Cor 1,1-3 y Jn 1,29-34) nos invitan a pensar en nuestra relación con Dios y el testimonio que damos de Él al mundo actual. Yo creo, sinceramente, que es una gracia muy especial que los católicos celebremos cada ocho días, el encuentro con nuestro Dios de un modo especial en la Eucaristía. El domingo es el día de la resurrección de Cristo. Me encontrado con algunas personas a las que les molesta que yo digo que la Misa del domingo es «obligatoria». Les suena muy fuerte la palabra, pero es que los católicos celebramos el domingo con la Santa Misa y cumplimos así con el Tercer Mandamiento del Decálogo que es obligatorio para todo bautizado, a menos que por causa grave se encuentre indispuesto.

El domingo es, desde el punto de vista histórico, la primera fiesta cristiana; más aún, durante mucho tiempo fue la única. Los primeros cristianos fueron los que comenzaron a celebrarlo, pues ya hablan del domingo la primera carta a los corintios (16,1), el libro de los Hechos (20,27), la Didaché (14,1) y el Apocalipsis (1,10). Al inicio se le llamaba el día del Señor, el día primero de la semana, el día siguiente al sábado, el día octavo, el día del sol. Hoy ya lo llamamos domingo. «Domingo», «Día del Señor», como queriendo decir «Día para el Señor» es uno de esos elementos en que se concentran y resumen todas las más importantes líneas de contenido del mensaje cristiano.

Tal vez una de las más importantes tareas de los católicos de la actualidad sea la de devolver al domingo su carácter sagrado, su lugar litúrgico. Devolución que entraña dos fases: retomar nosotros mismos, que participamos en la Santa Misa cada domingo —digo, porque me supongo que todos mis lectores que son católicos no fallan a Misa los domingos y fiestas de guardar— el carácter sacro propio de ese día y procurar que los demás también lo comprendan y lo asuman como un día especial para encontrarse con el Señor. Basta ser como Juan el Bautista que señalando a Jesús dijo a todos: «Éste es el Cordero de Dios». Pidámosle a María santísima, que seguro participaba en las primeras Eucaristías dominicales, que no nos falte la Misa. ¡Bendecido domingo y nos vemos en Misa quienes están cerca de mí!

Padre Alfredo.

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