El texto nos dice que Zaqueo era publicano —recaudador de impuestos para la potencia ocupante de aquel territorio de Israel, los romanos—, Este hombre era despreciado y sus negocios debieron ser un tanto dudosos. Pero Jesús, con mucha cortesía, se hace invitar a su casa y consigue lo que quería, lo que había venido a hacer a este mundo: «hoy ha sido la salvación de esta casa, porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Los demás excomulgan a Zaqueo, pero Jesús va a comer muy a gusto con él.
De esta manera, una acción muy concreta de Jesús, viene a poner de manifiesto el carácter ilimitado de la misericordia divina. Superando los prejuicios de impureza, comparte la vida con un jefe de los recaudadores de impuestos. La crítica dirigida a su actitud se convierte en ocasión para subrayar el significado del «Hoy» salvífico de Dios. Así como viene Jesús al encuentro de Zaqueo, viene a nuestro encuentro cada vez que nos acercamos al sacramento de la Reconciliación. Jesús busca a los que le abran su corazón para poder llenarlos de gracia, de amor y de perdón. Hoy su corazón se alegra en la alegría de la conversión de Zaqueo y de cada uno de nosotros. De la mano de María, dejémonos mirar por Jesús. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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