Estas parábolas son llamadas «el corazón del Evangelio». Son unas parábolas muy características: hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida. La del hijo pródigo, la más famosa, la leemos en Cuaresma. Las imágenes del pastor que, lleno de alegría, carga sobre los hombros a la oveja perdida, y la de la mujer que reúne a sus vecinas para comunicarles su alegría por la moneda encontrada nos dejan ver la alegría del corazón al gozar de la misericordia de Dios. Así es la alegría de Dios de «los ángeles de Dios... por un solo pecador que se convierta».
Sí, Dios es infinitamente rico en misericordia. Su corazón está lleno de comprensión y clemencia. A pesar de que nosotros, a veces, nos alejemos de él, nos busca hasta encontrarnos y se alegra aún más que el pastor por la oveja y la mujer por la moneda. Esta misericordia la emplea, ante todo, con nosotros mismos, que también tenemos nuestros momentos de alejamiento y despiste. Y también con todos los demás pecadores. Que la Virgen María, que en su Magníficat cantaba a Dios porque «acogió a Israel su siervo acordándose de su misericordia» nos ayude a gozar siempre de la misericordia de Dios. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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