Hemos de servir ante todo a Dios, no con el propósito de hacer valer luego unos derechos adquiridos, sino con amor gratuito de hijos. Y lo que decimos en nuestra relación con Dios, también se debe aplicar a nuestro trabajo comunitario, eclesial o familiar. Si hacemos el bien, que no sea llevando cuenta de lo que hacemos, ni pasando factura, ni pregonando nuestros méritos. Que no recordemos continuamente a la familia o a la comunidad todo lo que hacemos por ella y los esfuerzos que nos cuesta, sino simplemente entregarse por amor.
El servicio que damos en la parroquia, en el grupo, en el movimiento... debe ser como lo hacen los padres en su entrega total a su familia. Como lo hacen los verdaderos amigos, que no llevan contabilidad de los favores hechos. Hay que ver el servicio que presta María santísima y los santos, que, en diversas circunstancias y épocas, nos contagian de la alegría de servir con sencillez y alegría. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
Así sea Padre Alfredo !! Obras son amores !!
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