En este Adviento, debemos reaccionar en medio de tanta dispersión, tratando de verlo todo a través de Cristo, que nos interpela y nos invita a la responsabilidad y al amor. Así es como los cristianos nos preparamos a salir al encuentro del Salvador, y así preparamos la nueva Navidad que ya es inminente —falta menos de un mes—, para que nuestra vida esté totalmente inmersa en Cristo. Iluminados por el misterio de Cristo y llamados a su encuentro en la eternidad, volvemos a la convivencia en un mundo en el que los hombres, nuestros hermanos, viven las más de las veces inconscientes de la necesidad que tienen de Cristo. Es preciso, es urgente que seamos luz para ellos.
Y, para ser luz para iluminar nuestro entorno, tenemos que estar vigilantes y preparados porque el Señor puede llegar en cualquier momento. La vigilancia y la preparación nacen de la entraña misma del Evangelio, la buena nueva de la salvación. La pertenencia a la familia de Dios lleva consigo las exigencias de una conducta adecuada. Una seriedad puesta de relieve en el contrapunto de la superficialidad con la que el mundo actual vive este tiempo que se le va en fiestas, en borracheras, en compras desmedidas. Invoquemos la asistencia de María santísima para que, como ella y con la alegría de ella, esperemos la llegada de nuestro Salvador. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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