miércoles, 2 de noviembre de 2022

«El día de los muertos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy se celebra el día de los fieles difuntos, o como coloquialmente se dice «el día de los muertos». Al celebrar a nuestros difuntos al día siguiente de la celebración de Todos los Santos la Iglesia nos quiere enseñar que tanto los que ya están en el cielo, santos todos ellos, aunque no estén canonizados, como los que están en el purgatorio, siguen siendo miembros de la Iglesia. En este día, con toda la Iglesia, celebramos que la muerte es la puerta que nos abre la eternidad y al encuentro con Dios y al tiempo que recordamos a los difuntos que nos tocan más de cerca, padres, hijos, abuelos, familiares, vecinos o conocidos, y que hace más o menos tiempo, nos separamos de ellos, al tiempo que los recordamos y pedimos a Dios por todos ellos, redoblamos nuestra confianza que Dios ya los ha acogido en su seno, y ellos desde allí interceden por todos nosotros.

Esta conmemoración de todos los fieles difuntos viene desde muy antiguo. Se sabe que en el siglo II ya los cristianos rezaban y celebraban la Eucaristía por sus difuntos. Al principio, en el tercer día después de la sepultura, luego en el aniversario. Más tarde, el séptimo día y el trigésimo. En el año 998, el abad Odilón de Cluny (994-1048) hizo obligatoria la conmemoración de los difuntos, el 2 de noviembre, en todos los monasterios a él sometidos. En 1915, el Papa Benedicto XV concedió a todos los sacerdotes el derecho a celebrar tres Misas en este día, con la condición de que: una de las tres se aplique libremente, con la posibilidad de recibir un estipendio; la segunda Misa, sin ningún estipendio, se dedique a todos los fieles difuntos; y la tercera se celebre según la intención del Papa. Con la participación en cualquiera de las Misas de este día, miramos al pasado para orar y revivir esas relaciones de vida, de familia, de amor y de fe que nos unieron a nuestros seres queridos que ya han dejado este mundo.

Las tres Misas para este día, todas ellas orientadas a resaltar el misterio pascual, la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, la liturgia nos ofrece tres evangelios que nos iluminen nuestro encuentro con el Señor en la oración por nuestros difuntos: San Mateo 25,31-46, San Juan 6,51-58 y San Lucas 23,44-46.50.52-53;24,1-6. Ayudados de cualquiera de estos evangelios, celebramos día de una forma especial, recordando a nuestros difuntos para manifestar que la muerte no es el final definitivo, sino que todavía permanecen entre nosotros, que su recuerdo los hace estar a nuestro lado, y sobre todo porque ellos nos animan y nos estimulan en la vida que a nosotros nos queda por vivir. Recurramos hoy a María, la Virgen fiel, el modelo de vida para todos los mortales, para que ella nos ayude a orar por quienes ya han dejado este mundo. ¡Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua! ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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