lunes, 28 de noviembre de 2022

«Vivamos con esperanza»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy cumple años mi único hermano de sangre, Eduardo Antonio, a quien con cariño llamo, como muchos, «Lalo». Ayer domingo lo festejamos en un ambiente familiar con su esposa, sus tres hijas, su yerno y sus dos nietos. Guardo siempre gratos recuerdos de mi hermano desde pequeño —es dos años tres meses menor que yo— hasta los 18 años en que me fui al Seminario. Después de aquel entonces no es que hayamos convivido mucho, pues nuestras vidas son diferentes. Recuerdo en especial su visita cuando yo estudiaba en Roma en 1985 y se celebró allá la primera jornada mundial de la juventud y una ocasión en que pudimos empatar nuestros tiempos para tener unos días de vacaciones con su familia. Ahora que de nueva cuenta estoy en Monterrey nos vemos un poco más seguido, aunque el vive en el otro extremo de la ciudad. ¡Dios conceda abundantes gracias y bendiciones a mi hermano en su cumpleaños!

Como cada año, ayer empecé un ciclo nuevo de reflexiones. Ya saben, a veces —como este año pasado— escribo exclusivamente del Evangelio del día, otras años he hecho mi reflexión sobre los salmos, los santos, las lecturas de la Misa de cada día y en algunas otras ocasiones sobre acontecimientos que vivo. Creo que este año haré una mezcla, pues ya le he dado vueltas a la vida litúrgico en los tres ciclos dominicales que la componen y en los dos ciclos de entre semana. Tal vez algún día comparta algo de un santo o de alguna vivencia, del salmo responsorial de la Misa o algo que me diga el Evangelio.

Hoy me detengo un poco a contemplar la primera lectura de la Misa (Is 4,2-6). Esta primera semana del Adviento estaremos viendo de cerca el libro del profeta Isaías, profeta de la esperanza en medio de una historia atormentada del pueblo de Israel, ocho siglos antes de Cristo, con la amenaza asiria. Sus pasajes constituyen anuncios de esperanza, de salvación, de un futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos. Para nosotros también tienen que ser una invitación a la esperanza en medio del caótico y acelerado mundo en que vivimos. Luz. Orientación. Paz. Buena perspectiva. Son anuncios que alimentan nuestra esperanza. Aprovechemos, de la mano e María, este tiempo de Adviento para renovar el corazón y dejar que Cristo, que viene a salvarnos, se sienta a sus anchas en nuestro corazón. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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