Aunque se parece mucho al evangelio de ayer (Lc 21,12-19) porque es continuación del mismo, el pasaje de hoy nos ofrece una perspectiva es optimista: «entonces verán al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria». Jesús no quiere que el anuncio que da se quede atorado en el entristecer, sino que busca animar a los suyos que deben estar siempre llenos de esperanza: «cuando suceda todo esto, levántense, alcen la cabeza: se acerca su liberación».
Así que, ante este relato de Jesús, nuestra disposición para acoger el mensaje debe ser optimista. Más allá de los alarmismos que acompañan generalmente a las representaciones sobre el fin del mundo, a los discípulos–misioneros de Cristo se nos invita a anhelar la llegada de ese fin y a descubrir en él las consecuencias positivas que producirá en nosotros. Debemos ver en todos esos acontecimientos que si hacemos lo que Cristo nos diga, alcanzaremos la felicidad plena. Con María, sigamos vigilantes porque el Señor llegará sin avisar. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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