Cuánta responsabilidad tenemos de ser fermento de bien entre los que está a nuestro lado para llevarlos a Dios. No debemos ser ocasión de pecado sino que debemos influir en los demás para llevarlos por el camino de santificación que nos alcanzará la santidad. Hemos de ser, como solía decir la madre Teresa Botello Uribe —de quien guardo gratos recuerdos y que seguramente está ya gozando de la presencia de Dios—: «Un espacio de santificación para nuestros hermanos».
Podemos ser ocasión de escándalo para los demás con nuestra conducta. Si hay personas débiles, que a duras penas tienen ánimos para ser fieles, y nos ven a nosotros claudicar, contribuimos a que también ellas caigan, pero, si por el contrario, nos ven a nosotros y a nuestras familias dar testimonio de vivir en cristiano, contra corriente de la mayoría, podemos influir en los ánimos de los demás. Pidamos a la santísima Virgen que nos ayude a no ser piedra de tropiezo sino invitación a vivir para Dios construyendo la civilización del amor. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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