viernes, 11 de noviembre de 2022

«Como en los viejos tiempos»... Un pequeño pensamiento para hoy


En una sociedad tan consumista, como la que vivimos en las grandes urbes del mundo y aún en lugares más pequeños, el hambre, la sed, el sexo, la afición por los negocios y muchas cosas más quedan satisfechos por gran parte de la población —aunque deban todo lo que gasten— pero se corre el peligro de que se llega a no ver nada más allá de todo esto que es material. Una encuesta hecha en Francia dio como resultado que el cuarenta por ciento de los franceses afirman «no haber nada después de la muerte». Y el treinta y ocho por ciento afirman que «ante la muerte piensan, sobre todo, en disfrutar al máximo de los placeres de la vida».

Sin ninguna encuesta científica, Jesús ya había observado en su época, ese mismo frenesí de «vivir», esa despreocupación bastante generalizada y hoy en el Evangelio (Lc 17,26-37) toca el tema y nos propone que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo «Fin»: El diluvio... la destrucción de Sodoma... la ruina de Jerusalén... En aquellos tiempos comían... bebían... se casaban... compraban... vendían... sembraban... construían... El diluvio sorprendió a la mayoría de las personas muy entretenidas en sus comidas y fiestas. El fuego que cayó sobre Sodoma encontró a sus habitantes muy ocupados en sus proyectos. No estaban preparados. Así sucederá al final de los tiempos. ¿Dónde? —una pregunta de curiosidad—: «donde está el cadáver se reunirán los buitres», o sea, en cualquier sitio donde estemos, allí será el encuentro definitivo con el juicio de Dios.

Mediante estas palabras que pronuncia Jesús, los discípulos–misioneros somos invitados a la vigilancia: a los vividores, a los que solamente viven al día y pasan de todo, a los que pueden llegar a creer que el hecho de rechazar a Jesús no tendrá consecuencias, les sucederá como a los contemporáneos de Noé y de Lot. La situación se convertirá en catastrófica para todos los que no han hecho la opción por este Mesías rechazado y humillado. La llegada del Hijo del Hombre será tan imprevista como el fulgor del relámpago: nadie podrá preverla. Como en tiempos de Noé y de Lot, los cálculos y las cábalas de los fariseos son completamente inútiles. Jesús invita a no hacer caso de nadie y a estar preparados. Sólo la vigilancia tiene sentido. Que María Santísima, con su ejemplo de fe y de sencillez de vida, nos ayude a estar alertas. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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