En medio de esta vorágine de cosas que aceleran el tiempo, Jesús nos sigue hablando en su Evangelio y hoy nos toca el corazón con un pasaje (Lc 14,12-14) muy interesante. Leyendo este trozo del Evangelio encontramos que Cristo nos recomienda hacer algo opuesto a los criterios espontáneos y a las directrices de este mundo. Mientras que la lógica humana nos dice que si organizamos una comida o una cena hemos de invitar a nuestros amigos y a nuestros parientes, Jesús nos dice que fijemos la mirada en los pobres, lo lisiados, los cojos y los ciegos... Es que hay que entender lo que Jesús nos quiere decir con esto. Debemos pensar en hacer el bien no solo a quienes nos pueden retribuir por lo que hacemos, sino, como se dice: dar las cosas o hacer algo «de corazón» sin esperar nada a cambio.
Si hacemos un favor a una persona porque ya nos lo ha hecho ella antes a nosotros, o porque esperamos que nos lo haga, eso no es amor gratuito, sino comercio. Jesús ha dicho: «si amas sólo al que te ama, ¿qué mérito tienes?; si haces el bien sólo a los que te hacen bien, ¿qué mérito tienes?» (Lc 6,32). Nuestro amor ha de ser desinteresado, sin pasar factura por el bien que hacemos. Si hacemos favores a quienes «no pueden pagarnos», ya nos lo pagará Él: «conmigo lo hiciste». Y Él es buen pagador. Pidamos a María santísima que nos contagie de su corazón generoso para que el nuestro se parezca cada vez más al de Jesús. Guardemos muy bien esta enseñanza en el corazón y pongámosla en práctica porque este tiempo que falta para que llegue la Navidad y culmine el año, es tiempo para compartir. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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