Actualmente la Iglesia, nuestra Iglesia, la que el Papa nos recuerda que debe ser siempre de puertas abiertas, cuida especialmente de ser fiel a esa invitación de Jesús. El Concilio Vaticano II dnos dice: «Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura... Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el rasgo dramático que con frecuencia le caracteriza (Gaudium et Spes 4).
Es preciso, según la invitación de Jesús, darnos cuenta del momento histórico en el que nos encontramos. Sus contemporáneos en la Palestina de aquella época no supieron aprovechar la actualidad prodigiosa del tiempo excepcional que estaban viviendo. ¿Y nosotros? Tenemos que tratar, ayudados por la gracia de Dios y actuando con humildad, «reconocer» la acción de Dios en los acontecimientos, en nuestras vidas... para «encontrarlo» y participar en esa acción de Dios que acontece cada día... a fin de «revelarlo», en cuanto sea posible, a los que no lo conocen ni lo aman, a quienes lo ignoran o lo han descartado de sus vidas. ¡Tenemos mucho que hacer y no podemos ser hipócritas! Podríamos preguntarnos hoy si tenemos una «visión cristiana» de la historia, de los tiempos, de los grandes hechos de la humanidad y de la Iglesia, viendo en todo un «Kairós», una ocasión de crecimiento en nuestra fe. Por ejemplo, en el acontecimiento sencillo pero profundo y transformador, del Sínodo sobre la sinodalidad de la Iglesia. Pidamos al Señor, por intercesión de su Madre santísima, que nos ayude a vivir los menores acontecimientos de nuestras vidas, así como también los mayores y extraordinarios, a ese nivel. Reconocer participar, revelar su obra actual. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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