El mensaje de Jesús insiste, ya lo sabemos, en la necesidad de un cambio interior y sincero, que, sin descuidar las normas de vida comunitaria o cultural, provoque el advenimiento de una sociedad más justa y equilibrada. Jesús, en medio de la situación religiosa que viven sus compatriotas, quiere que entiendan que poca alabanza se le da a Dios entregando diezmos en el templo o compartiendo alguna limosna si no se experimenta el dolor del que sufre en carne propia la miseria y se pasa de largo frente a los hermanos necesitados.
Hoy también existe una especie de fariseísmo, que es el pecado típico que siempre acecha al hombre y a la mujer supuestamente religiosos. Y la historia de la Iglesia confirma, por desgracia, que las palabras de Jesús tienen tanta vigencia para todos los cristianos, sacerdotes, religiosos, laicos, obispos y papas, como la tuvieron para los piadosos fariseos y dirigentes judíos de su época. Debemos, a la luz de pasajes como éste, aprender a vivir con la libertad de los hijos de Dios. Que María santísima, nuestro auxilio, nos ayude a dejar que Dios toque nuestro corazón. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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