Hoy el relato del Evangelio (Lc 10,38-42) nos invita a reflexionar precisamente en esto, en la escucha del Señor. El pasaje de este día, que es propio de san Lucas, trata de la visita que Jesús hizo a sus amigas Marta y María —hermanas de Lázaro— en Betania. Marta estaba empeñada en los quehaceres de la casa mientras María se sentó a sus pies para escucharle. ¡Admirable y muy gráfica escena para ser contemplada detenidamente! Jesús habla. ¿Qué dice? ¿De quién habla? ¿Cuál es el tono de su voz? ¿Está repitiendo la parábola del buen samaritano? Quizá habla de las bienaventuranzas y cómo Él, Jesús, las considera ser fuentes de felicidad: ¡Felices... felices! o bien, como lo hizo con otros discípulos, ¿estará insinuando confidencialmente su muerte y su resurrección? El caso es que María está sentada a los pies de Jesús, postura que para san Lucas es la posición del «discípulo» (Lucas 8, 35; Hechos 22, 3).
Ahora hay que ir hacia nosotros para preguntarnos: ¿Nos gusta estar a los pies de Jesús, es decir, ser sus discípulos para ser sus misioneros? ¿Disfrutamos de la oración para escuchar a Jesús? ¿Qué dejamos que nos diga? ¿En qué actitud le escuchamos? Sin olvidar la actitud de Marta, que también es importante por el quehacer de cada día no puede esperar mucho, como discípulos–misioneros debemos saber conjugar dos dimensiones: la oración y el trabajo servicial. Hoy podemos hacernos más preguntas: ¿Cuál es el aspecto que yo descuido? ¿Me refugio tal vez en la meditación y luego no quiero cumplir con mis obligaciones? ¿Me dedico a un activismo ansioso y descuido los momentos de oración? ¿Soy sólo Marta, o sólo María? ¿No debería unir las dos cosas? Que la Virgen nos enseñe a escuchar a Dios como Ella lo hizo y a estar activos como ella. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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