Ante este pasaje me parece oportuno hacerle una revisión a nuestra fe. No que nos preocupemos por su tamaño, porque no importa que no sea vistosa y adornada. Lo que Jesús quiere es que sea viva y activa. Hay mucha gente que se preocupa por tener «dudas de fe»; y a veces estas dudas son signo de una fe que se hace preguntas, que quiere conocer, que desea aprender más. Hay dudas de fe que se parecen mucho a «dolores de crecimiento». El que no tiene fe de ningún tipo, tampoco tiene dudas; el que duda, al menos le da importancia a pensar en ello, y se interroga y se cuestiona.
No tendría sentido que Dios mismo pidiese una fe acrítica, vacía de contenido, sin reflexión o que pensáramos que la fe es como un artículo de consumo. Por eso en la parábola del siervo campesino, que aparece en este mismo pasaje, hay una fuerte crítica a los que actúan para que Dios les recompense; como si quisiesen «comprarle» a Dios su gracia y su amor. La fe es gratis; Dios nos da su amor porque nos lo quiere dar. No podemos prometerle a Dios que haremos tal o cual cosa «a cambio» de algo que le pedimos. Tan sólo podemos mostrarle nuestro agradecimiento, pero no como un «precio» que le pagamos a Dios por el favor. Pidamos nosotros también, de la mano de María, que aumente nuestra fe. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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