Oh María,
piedad de aquellas pobres almas
que, encerradas en las prisiones tenebrosas
del lugar de la expiación,
no tienen a nadie en la tierra
que piense en ellas:
Dígnate, oh buena Madre,
mirar con piedad
a aquellas abandonadas;
inspira a muchos cristianos caritativos
el pensamiento de orar por ellas,
y buscar en tu corazón de madre
la manera de asistirlas
misericordiosamente.
Oh Madre del perpetuo socorro,
ten piedad de las almas
más abandonadas del Purgatorio.
Misericordioso Jesús,
dales el eterno descanso.
(Se reza enseguida tres veces la oración de la Salve).
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