El discípulo–misionero de Jesús, contrario a esto, sabe que debe valorar las cosas según su importancia. No debe despreciar lo pequeño por ser pequeño, pero debe centrar su esfuerzo en lo fundamental: la justicia, el amor a Dios, el amor al hermano. Ahora no pagamos diezmos de cosas tan menudas. Pero igualmente podemos caer en el escrúpulo de cuidar hasta los más mínimos detalles exteriores mientras descuidamos los valores fundamentales, como el amor a Dios y al prójimo.
Jesús denunció las contradicciones que anidaban en el seno de las prácticas opresoras de fariseos y escribas. Esas contradicciones eran las que permitían que el pueblo sufriera un doble yugo: el de las autoridades religiosas judías y el de las autoridades romanas. Hoy nuestra sociedad vive de otras contradicciones que la mantienen en pie: la explotación como forma de producción, el lucro como forma de intercambio y la manipulación como la ideología vigente. Por intercesión de la santísima Virgen busquemos la justicia y la misericordia más que los ritos externos. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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