Con razón el Evangelio de esta fiesta de la Iglesia, nos lleva al pasaje que nos habla del buen pastor (Jn 10,11-16), figura que alentó a San Rafael Guizar a entregarse de lleno en su ministerio episcopal. El evangelista San Juan nos acerca en este relato a la figura de Jesús como un pastor que ama, cuida y protege a sus ovejas y las conoce una en una. Jesús toma como referencia al pastor que cuando ve en peligro a la oveja, va y le ayuda, no la abandona a su suerte. Eso hizo San Rafael Guizar. En plena persecución religiosa no abandonó al pueblo que tenía encomendado, sino que, buscando alternativas una y otra vez, mantuvo la vida eclesial de su diócesis encomendada y colaboró en misiones populares en otros territorios de la Iglesia.
Leyendo la vida del obispo San Rafael, uno redescubre de alguna manera, que, aunque sabemos que somos ovejas del Señor, somos a la vez pastores. El Papa Francisco, que nos muestra siempre con su vida cómo debe ser un buen pastor a imagen de Cristo dijo en una ocasión estas palabras que hoy quiero recordar: «El verdadero pastor, el verdadero cristiano tiene este celo dentro: que nadie se pierda. Y por esto no tiene miedo de mancharse las manos. No tiene miedo. Va donde debe ir. Arriesga su vida, arriesga su fama, arriesga perder su comodidad. (Homilía de S.S. Francisco, 6 de noviembre de 2014). Contemplando la figura de san Rafael Guizar y Valencia y pidiendo a la Santísima Virgen la valentía para ser pastores, sin que a la vez dejemos de sentirnos ovejas, vivamos comprometidos nuestra fe. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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