lunes, 3 de octubre de 2022

«Como el buen samaritano»... Un pequeño pensamiento para hoy


La parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37) siempre me ha encantado. Encuentro, cada vez que la leo, una frescura impresionante en la forma en que podemos ser misericordiosos como el Padre es misericordioso. Hoy la liturgia de la Palabra nos la propone como Evangelio del día. En estas cuantas líneas está toda la novedad ciertamente revolucionaria del Evangelio. San Lucas nos aporta aquí un relato escenificado por Jesús y un doctor de la Ley a quién el mismo Cristo le cuenta la parábola que le abre el entendimiento y el corazón: «Anda y haz tú lo mismo». 

San Lucas es el único evangelista que nos ha comunicado esa página admirable que está en la línea recta de todo el evangelio: ¡El amor al prójimo que va hasta al enemigo, hasta el que piensa diferente de nosotros, hasta el que recorre el mismo camino en diversas circunstancias! Ayer lo acabo de experimentar en casa de mi madre, pues llegaron dos hermanitos testigos de Jehová de esos que van de casa en casa anunciando la Buena Nueva muy a su manera, pues no podemos negar que su Biblia, llamada «El Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras» tiene una traducción muy diversa, en muchas partes, de la nuestra y contiene muchos errores. Vi que ellos se quedaron admirados de que un sacerdote católico conversara con ellos sin pelear, pero sin darle la razón a las teorías erróneas que ellos predican porque así los han adoctrinado. Ahora veo que el relato del buen samaritano dice: «El que tuvo compasión de él»... No sé si me explico, pero de alguna manera muchos de estos hermanitos han sido heridos por el camino de la vida y así, aunque sea con los errores que su doctrina tiene, han recuperado la salud espiritual y esperamos que recuperen la fe católica de la que la mayoría de ellos proviene.

Hay mucho que hacer como «buenos samaritanos» en medio de nuestra sociedad. Hay mucha gente que ha sido «herida» en el camino de la vida y que necesita un poco de escucha, un poco de compasión para abrir su corazón a la gracia de Dios. ¡Cuántas ocasiones tenemos de atender o no a los que se atraviesan en nuestro camino: familiares enfermos, ancianos que se sienten solos, pobres, jóvenes protestantes, testigos de Jehová como los de ayer o drogadictos que buscan redención! Muchos no necesitan ayuda económica, sino nuestro tiempo, una mano tendida, una palabra amiga, un ratito de escucha. Claro que resulta más cómodo seguir nuestro camino y hacer como que no hemos visto, porque seguro que tenemos cosas muy importantes que hacer. Eso les pasaba al sacerdote y al levita, pero también al samaritano: y éste se detuvo y los primeros, no. Los primeros sabían muchas cosas. Pero no había misericordia en su corazón. Con María, pidamos la gracia de saber detenernos en el momento preciso para atender al otro. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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