Muchos científicos afirman que los sicómoros no viven más de 500 años, pero, quienes han estudiado este árbol en particular, que se encuentra en una importante intersección en el centro de Jericó, aseguran que no saben por qué, el árbol tiene más de 2000 años de antigüedad. Aunque el árbol puede no ser el mismo al que Zaqueo trepó, la tradición local ha llamado a este árbol el árbol de Zaqueo y se encuentra en el mismo entorno que el árbol de sicómoro Bíblico. Ciertamente que el árbol no reviste mayor interés para un turista común que el de ser muy antiguo, pero este sitio tiene mucha importancia para los discípulos–misioneros de Cristo porque permite que uno se haga una idea de las circunstancias y características del episodio del encuentro de Zaqueo con Jesús, por lo que resulta un sitio para contemplar este momento del Evangelio y no deja de emocionar el estar allí.
El pasaje de Zaqueo yo creo que todos lo conocemos y entre todas las enseñanzas que nos deja, a mí me muestra claramente los pasos para una buena confesión. Al subirse al árbol para ver a Jesús que pasa, pienso en esos momentos iniciales en que mucha gente le saca la vuelta a este sacramento... ¡mejor vivir desde lejecitos la fe, antes de establecer un compromiso. Pero luego, tras la mirada de Jesús y de responder a la autoinvitación que se hace Jesús para hospedarse en su casa, Zaqueo nos muestra un buen examen de conciencia que le dará la felicidad plena. Zaqueo reconoce su condición de pecador, cambia de vida —propósito que debe reinar al confesarnos— y restituye la falta que ha cometido. Me basta quedarme con esto, cerrar los ojos y trasladarme a Jericó a aquel pintoresco lugar para quedarme pensando en que «el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido». Que la virgen santísima interceda por nosotros para que nos dejemos alcanzar por el perdón y la misericordia que Jesús nos puede dar. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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