jueves, 30 de junio de 2022

«Jesús cura nuestras parálisis»... Un pequeño pensamiento para hoy


La salvación que nuestro Señor Jesucristo quiere para la humanidad es integral, es una salvación de cuerpo y de espíritu. El signo externo de los milagros que hace Jesús, por ejemplo la curación de la parálisis que hace en el milagro que nos narra el evangelio de hoy (Mt 9,1-8), es el símbolo de la curación interior, la liberación del pecado. Como tantas otras veces en sus milagros. El Señor Jesús nos quiere con salud plena. Con libertad exterior e interior. Con el equilibrio y la alegría de los sanos de cuerpo y de espíritu. Ha venido de parte de Dios precisamente a eso: a reconciliarnos, a anunciarnos el perdón y la vida divina. Y ha encomendado a su Iglesia este mismo ministerio.

Por eso lo más importante para Jesús es que mantengamos la salud espiritual. Es que todos sufrimos diversas clases de parálisis. Por eso nos gozamos de que nos alcance una y otra vez la salvación de Jesús, a través de la mediación de la Iglesia. Esta fuerza curativa de Jesús nos llega, por ejemplo, en la Eucaristía, porque somos invitados a comulgar con «el que quita el pecado del mundo». Y, sobre todo, en el sacramento de la Reconciliación, que Jesús encomendó a su Iglesia: «a los que perdonen los pecados les serán perdonados». A la orden dada por Jesús al paralítico de levantarse y de caminar, sus piernas vuelven a tomar vida porque su espíritu ha sido purificado, ha sido limpiado. El milagro que Jesús ha hecho es el de la liberación interior que se proyecta inevitablemente hacia afuera. Jesús realiza este milagro porque el hombre tullido tenía fe en Jesús y tenía deseos de comenzar una vida nueva que girara en torno al servicio y en medio de la comunidad, que lo recibirá y que dará testimonio del cambio que Dios ha realizado en su interior.

El mensaje de este texto nos ayuda a entender que Dios, por su amor universal, a través de Jesús, ofrece su Reino a todos los hombres por igual, sin distinción de pueblo o raza. Por la cercanía a Jesús queda borrado el pecado del hombre que lo paraliza y se le comunica un nuevo espíritu que lo levanta y lo hace caminar. El relato, de igual manera, muestra la resistencia e incredulidad de los letrados judíos ante este mensaje y la nueva vida, por el perdón de sus pecados, que aparece en el que se suponía indigno y excluido del Reino. Que María santísima nos ayude a valorar el sacramento de la reconciliación que cura toda clase de parálisis espiritual. ¡Bendecido Jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

miércoles, 29 de junio de 2022

Para padres cuyos hijos se han alejado de la fe*...


Hay una situación que no es poco frecuente en la que muchos miembros de las generaciones jóvenes, llevados por distintas razones, abandonan la práctica de la fe, dejan de orar y de asistir a la Misa dominical.

Quiero compartir con estos padres unos consejos y una oración que me encontré en Internet y que les pueden servir. La oración, que viene al final, la pueden hacer cada día por sus hijos alejados de la fe.

Consejos:

1. Ten la seguridad de que lo que has formado desde pequeño se encuentra aún ahí. Lo que has sembrado en tus hijos, en algún momento dará fruto. ¡Conserva la esperanza!

2. Escucha siempre. Trata a tus hijos jóvenes y adultos con respeto e interésate por lo que te platican. Solamente así es como podrás acompañarles en su proceso para recobrar la fe.

3. No hagas una campaña incesante de convertirlo a la fuerza, es muy probable que consigas el resultado contrario. Ten paciencia.

4. No lo manipules con castigos o le cortes la ayuda a condición de su fe, porque condicionar su fe a tu ayuda no va a llevar la relación a ningún buen lugar. Bríndale amor y comparte con sencillez los momentos que Dios te de oportunidad de acercarte a él.

5. Muéstrale la alegría de tener una relación con Dios, recordando que la fe no es simplemente creer en algo y que la riqueza de nuestra fe está más bien en que vivimos una relación con Alguien. 

6. Inclúyelo en tus actividades religiosas sin forzarlo, muéstrale tu pensamiento y conversa sobre él. No tengas miedo a mostrar tu fe, continúa haciéndolo partícipe e invitarlo siempre  que puedas —aunque él diga que no— a tus actividades religiosas.

7. No caigas en la tristeza y en la desesperanza. Puede que él haya decidido no creer en Dios, pero recuerda que Dios siempre cree en él. 

8. Ora siempre por él. Recurre al santo o beato de tu devoción, puede ser, por ejemplo, santa Mónica, y pídele que acompañe espiritualmente a tu hijo. Busca modelos de santidad que puedan inquietarle a conocer sobre ellos.

9. No te muestres derrotado en el camino y da siempre un testimonio alegre y comprometido con Dios y con la sociedad, para que él vea que la fe y la vida van unidas.

10. Ten presente siempre a María Santísima y reza el Rosario a diario por tu hijo que se ha alejado de Dios. 


Oración para pedir por los hijos que se han alejado de la vivencia de fe:


¡Oh Señor! por nuestro hijo
elevamos nuestras oraciones;
Haz que sepamos, los padres,
elevarlo en tu Luz
según tu Libro esclarecedor;

Haz que en estos días llenos de noche
donde se pierden los puntos de referencia
y se ríe por aburrimiento,
se reencuentre a Nuestro Padre,
¡se ensanche nuestra fe!

Haz que en estos momentos de deambular
nuestros jóvenes encuentren tu rastro,
que descubran la esperanza,
el sentido de una vida en Cristo,
¡la alegría de un arco en salida!

Señor, nuestro hijo anda errante;
pon su camino en tus huellas
para que llegue a tu estación,
tu estación y tu hogar;
¡Que se vista con tu luz!

Sobre montones de engaños,
muéstrale tu Verdad,
por tus santas escrituras,
por caridad,
¡por un gran sermón!

Señor, nuestro hijo es tomado
a través de los torbellinos del mundo;
que tu Espíritu pacificador
caiga sobre él y lo inunde
¡Y se enamore de Ti!

Que tu mirada luminosa
le trace el buen camino;
que tenga un nuevo comienzo,
que se levante y te vea
¡Acércate desde todas partes!

En medio de todo este ruido
que escuche tu Palabra,
que saboree su buen fruto;
que se aliste en tu Amor,
¡Y luego reclute a otros!

Haznos disfrutar del festín
de Mónica, la muy santa
madre de san Agustín,
quien, por sus largos lamentos,
puso a su hijo en tu camino.

Como ella, que perseveremos
en la fe, y cada más,
por nuestros deseos, por nuestras oraciones,
para obtener la salvación
de nuestras familias, ¡tan queridas!

Para ganarles un lugar
en el Cielo, por su conversión,
gracias a nuestras acciones de gracias,
y gracias a la intercesión
de Mónica, a las santas huellas…

dejados por su hermosa aura
en el río de lágrimas
donde Tú les anunciarás
Señor, con tu voz encantadora:
“¡Allá donde estés, Él estará!”.

* Tomado y adaptado de dos artículos de Internet de las páginas de Aleteia y Catholic.

«San Pedro y San Pablo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Celebramos hoy en la Iglesia Universal la solemnidad de San Pedro y de San Pablo, fiesta que nos remonta a los orígenes del cristianismo y al inicio de la predicación de los que recibieron la tradición más original de Jesús de Nazaret. Se celebran juntos porque son el fundamento espiritual de la Iglesia que Cristo fundó. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En el año 2015 el Papa Francisco decía que son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestra guía en el camino de la fe y de la santidad; que ellos nos empujan hacia Jesús, para hacer todo aquello que Él nos pide. 

Pensar en San Pedro es pensar en el gran Apóstol que confesó dentro del grupo de los doce a Jesús como el Cristo Hijo de Dios vivo, como nos lo recuerda el Evangelio de hoy (Mt 16,13-19). Pero también es pensar en el discípulo de la negación. San Pedro encarna al apóstol que amó a Jesús con un amor de amigo entrañable. San Pedro es el proclamador del evangelio en el mundo judío, un mundo difícil para aceptar ese anuncio, ya que la tradición judía estaba muy arraigada en la vida del pueblo escogido, y no aceptaron en su mayoría la predicación que San Pedro hizo del acontecimiento Jesús el Cristo. San Pedro debe ser nuestro ejemplo para confesar a Jesús y volver a él con humildad, a pesar de nuestras negaciones.

Por otra parte, hablar de San Pablo es hablar de Saulo de Tarso, perseguidor de la Iglesia y asesino de cristianos. San Pablo, llamado por el mismo Jesús después de su resurrección, asume el reto y anuncia al mundo no judío el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Gracias a la misericordia de Dios que tuvo con él al llamarlo y gracias a su compromiso con la predicación a tiempo y a destiempo, el cristianismo se extendió y fue conocida la Buena Nueva de la Salvación en los pueblos que no eran judíos. San Pablo, el Apóstol de las gentes en el amor de Dios, es testimonio para la Iglesia en general para que tengamos la valentía de aceptar a todos los que desean ser fieles al plan de Dios para que se desarrollen integralmente dentro de nuestras comunidades. Bajo la mirada dulce de María, celebremos con ella a estos dos grandes Apóstoles. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 28 de junio de 2022

EL LOGO DEL JUBILEO DEL 2025*...


El logo del jubileo del 2025 fue presentado en la Sala Regia del Vaticano. Mons. Rino Fisichella afirma: La fragilidad experimentada en estos últimos años, unida al miedo por la violencia de las guerras, no hace sino hacer paradójica la condición humana. Urge vivir el próximo Jubileo a la luz de la esperanza.

“Que el Jubileo sea un verdadero acontecimiento eclesial capaz de sostener la fe y ser un estímulo para la evangelización”. Esta esperanza fue señalada por Monseñor Rino Fisichella al presentar el Logo Oficial del Jubileo 2025, que se celebrará, precisamente, con el lema “Peregrinos de esperanza”. En este contexto histórico es urgente, dijo el Presidente del Dicasterio para la Promoción de la Nueva Evangelización, vivir el próximo Jubileo "a la luz de la esperanza":

Cada Año Santo, en la historia de la Iglesia, adquiere todo su sentido cuando se inserta en el contexto histórico que vive la humanidad y especialmente cuando es capaz de leer los signos de las ansias y angustias unidas a las expectativas que la gente percibe. La fragilidad experimentada en estos últimos años, unida al miedo por la violencia de las guerras, no hace sino hacer paradójica la condición humana: por un lado, siente el poder de la técnica que determina los días de forma preponderante; por el otro, a menudo se encuentra incierta y confundida acerca de su futuro. De aquí surgió inmediatamente la urgencia de vivir el próximo Jubileo a la luz de la esperanza.

El Logo.

Para la realización del Logo el Dicasterio para la Promoción de la Nueva Evangelización organizó un concurso con un alto índice de participación: se recibieron 294 propuestas de 213 ciudades y 48 países diferentes. El rango de edad de los participantes fue de 6 a 83 años. De hecho, - ponderó el presidente del Dicasterio - se han recibido muchos dibujos hechos a mano por niños de todo el mundo y fue realmente conmovedor revisar estos dibujos, fruto de la imaginación y la fe sencilla. 

Lectura teológica del logo.

Monseñor Rino Fisichella ofreció una lectura teológica del logo: en primer lugar, el Logo representa cuatro figuras estilizadas para indicar la humanidad que proviene de los cuatro puntos cardinales. Se abrazan, para indicar la solidaridad y fraternidad que debe unir a los pueblos. Se notará que el primero de la fila está aprehendido a la cruz. Es el signo no sólo de la fe que abraza, sino de la esperanza que nunca puede ser abandonada porque la necesitamos siempre y sobre todo en los momentos de mayor dificultad. Es útil observar las olas que están abajo y que están agitadas para indicar que la peregrinación de la vida no siempre se mueve en aguas tranquilas. Frecuentemente las vicisitudes personales y los acontecimientos del mundo imponen con mayor intensidad el llamado a la esperanza. Por eso hay que destacar la parte inferior de la Cruz que se prolonga en forma de ancla, que se impone al movimiento de las olas. Como sabemos, el ancla se ha utilizado a menudo como metáfora de la esperanza. El ancla de la esperanza, de hecho, es el nombre que recibe en el lenguaje de los marinos el ancla de reserva, utilizada por las embarcaciones para realizar maniobras de emergencia para estabilizar la barca durante las tormentas. No se debe pasar desapercibido que la imagen muestra cómo el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario, con la impronta de un dinamismo creciente que tiende cada vez más hacia la Cruz. La Cruz no es estática, sino también dinámica, se inclina hacia la humanidad, sale a su encuentro y no la deja sola, ofreciéndole la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Finalmente, se ve claramente, en color verde, el Lema del Jubileo 2025, Peregrinantes in Spem.

El lema: “Peregrinos de esperanza”, Peregrinantes in Spem

“Peregrinos de esperanza” es el lema elegido para este acontecimiento para expresar la necesidad de dar sentido al presente y así pueda ser propedéutico en un verdadero impulso hacia el futuro para reconocer y responder a los diversos desafíos que plantea el tiempos. Estamos dando los primeros pasos en la cultura digital. “El próximo Jubileo no puede dejar de entrar en esta cultura”, afirmó Mons. Rino Fisichella.

Se deberá permitir – dijo - que millones de usuarios se conviertan en peregrinos también a través de la tecnología digital y se muevan por los caminos captando la belleza y sacralidad del momento a través de la recepción de noticias que, si bien permiten recordar siglos de historia, aún obligan a permanecer enraizados en el presente con el compromiso que ello requiere.

Los próximos dos años.

Dos años faltan para el Jubileo, y, tal como pidió Papa Francisco, el 2023 estará dedicado “a repasar los temas fundamentales de las cuatro Constituciones conciliares para que la Iglesia respire de nuevo la enseñanza profunda y actual producida por el Vaticano II, cuyo 60° aniversario de su apertura se celebrará el 11 de octubre”, explicó Fisichella. Para ello se encuentran en preparación “una serie de subsidios ligeros, escritos en un lenguaje cautivador”, para que “quien no recuerde el acontecimiento, tenga curiosidad y se adentre en el contenido del Concilio para descubrir el anhelo innovador que permitió a la Iglesia entrar con conciencia en el tercer milenio de su historia”.

El 2024, por su parte, será “un año dedicado a la oración” para crear un contexto favorable al Jubileo y permitir a los peregrinos prepararse para este acontecimiento, que es ante todo “espiritual”. Oportunamente, se anunciarán los eventos específicos que acompañarán estos dos años para tener un primer esquema preparatorio. 

* El Logo certifica oficialmente las iniciativas, los proyectos, las comunicaciones y los eventos que se propondrán para la preparación y celebración del Jubileo 2025. Podrá ser utilizado por todas las comunidades de forma gratuita exclusivamente para las iniciativas de carácter pastoral sin fines de lucro. Mientras que el uso del Logo con fines comerciales a nivel nacional o internacional está sujeto a derechos de autor (copyright) y es administrado por el Dicasterio.

«El milagro de Jesús en la tempestad»... Un pequeño pensamiento para hoy


La narración de un milagro implica siempre la relectura de un acontecimiento desde la fe. Eso sucede con el evangelio de hoy (Lc 8,23-27). Y en este proceso de relectura no es fácil ver qué corresponde al acontecimiento original y qué al simbolismo que le añade la fe que lo interpreta. De todas formas, un milagro es esa bella síntesis donde la historia, la libertad, la fe y la gracia se unen para manifestar el amor de Dios y todas las implicaciones que él conlleva. Leído desde la cronología de la vida diaria, este relato que nos narra el evangelio, es una bella historia de compañerismo. Ciertamente Jesús, que vivía más bien en un ambiente de campo, no tenía mucha experiencia del mar, por eso es lógico que se duerma al montarse en una barca y se atenga a que los discípulos —algunos de ellos expertos en el mar— sabrán que hacer.

Pero, leída esta narración desde los ojos de la fe, la cosa cambia. Ya no son los compañeros que transportan a un amigo, sino el mismo Dios que viaja en la misma barca... Y ya no es un puñado de compañeros, sino la representación de la misma Iglesia... Y no se trata de una tempestad cualquiera, sino de los acontecimientos históricos que ponen en peligro la vida de la comunidad cristiana... Y lo que en un momento los discípulos pudieron haber captado como un suceso de dominio de las energías de la naturaleza, se convierte en un acontecimiento casi cósmico, en el que el mar y la naturaleza le obedecen a Cristo, como se relataba en el Antiguo Testamento acerca de Yahvé.

El relato es sencillo y vale la pena leerlo para darse cuenta de que no hay exageración, ni mucho menos mentira. Hay sencillamente un descubrimiento, desde la fe, del significado hondo de las cosas que acontecen. Es que un milagro es precisamente esto: el llegar a descubrir y admirar la presencia honda, secreta y misteriosa de Dios en nuestra vida. Para quien tiene fe viva, la vida está llena de cosas sobrenaturales que es son más natural en el diario vivir del cristiano, por la fe que tenemos en Dios. Lo sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de lo simbólico y de lo liberador que encierra un milagro bíblico. Por eso conviene siempre invocar a la Virgen Santísima, porque ella supo muy bien leer lo sobrenatural en los hechos de la vida. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 27 de junio de 2022

«Para ir detrás de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy (Mt 8,18-22) tiene en parte las mismas ideas del evangelio de ayer domingo (Lc 9,51-62). A los que nos definimos como discípulos–misioneros de Jesús, nos recuerdan estos pasajes que esta condición que nos hace sus seguidores, nos exige desapego de los bienes materiales y decisión. Al ver los ejemplos que pone el evangelio, reflexionamos en que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales, ni comodidades y éxitos según las medidas de este mundo, mucho menos nos llama a instalarnos. Él mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión de Redentor y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno. El evangelio de ayer concluía afirmando de Jesús que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores.

Con la lectura de estos pasajes no nos podemos quedar con la idea de que Jesús nos invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería algo totalmente inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, que recalca como enseñanza el evangelio de hoy, Cristo está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades. Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a las cosas y comodidades. Todos los cristianos debemos saber aplicar una justa jerarquía de valores a nuestros ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más atrayentes de este mundo. 

Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa. El ideal de seguir a la Verdad, al Bien, a Cristo, al Amor, a la Justicia, nos ha cautivado a todos los discípulos–misioneros y nos ayuda a vivir en la libertad de los hijos de Dios. Quien quiera seguir a Cristo debe vivir como él, sin la seguridad que dan las posesiones terrenales. Además, debe mirar siempre hacia delante, sin dejarse atrapar por lo que está muerto. Todo llamamiento para seguir a Jesús implica una radicalidad total que debe ser conscientemente asumida por cada integrante de la comunidad cristiana que, de esa forma, se convierte en peregrino en este mundo, un viajero que va de paso hacia la patria celestial. Que María santísima interceda por nosotros para que podamos, con radicalidad, seguir a Jesús. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 26 de junio de 2022

«Seguir a Cristo»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de este domingo, entre otras cosas, nos habla del seguimiento de Cristo (Lc 9,51-62). Son tres situaciones diversas que el evangelista nos presenta en donde queda claro que las exigencias humanas no deben entorpecer nuestro seguimiento a Jesucristo. El cristianismo es un ámbito de libertad; no de imposición. Pero de libertad exigente que hace que se hagan a un lado los diversos obstáculos que pueden irse presentando.

El seguimiento de Cristo aunque conlleva ruptura total con el pasado modo de vivir, es vocación a la libertad. El discípulo–misionero de Cristo no tiene más límites a su libertad que los que señalan al Espíritu, el amor y el servicio fraterno irreconciliables con el egoísmo, el libertinaje y la vida sin religión. Esta libertad que Cristo nos ha conseguido es un riesgo y un desafío como la vida misma; por eso no deja de ser un atentado suprimir la libertad, un absurdo renunciar a ella y un pecado abusar de la misma.

Nosotros no debemos presentar excusas para no seguir a Cristo, porque para ir detrás de él no hay excusa que valga. El seguirle por el camino del Evangelio, del Reino, exige estar dispuestos a darnos del todo. Y sólo después de darnos del todo, sin reservas, uno descubre que Dios es amor y nos da la oportunidad de una vida llena de satisfacciones al seguirle. Pidamos a María Santísima, que supo sostener el «sí» que pronunció, que interceda por nosotros para que no pongamos obstáculos para seguir a Cristo. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 25 de junio de 2022

«La natividad de san Juan Bautista»... Un pequeño pensamiento para hoy

El día de san Juan —solemnidad de la natividad de san Juan Bautista— se celebra siempre el 24 de junio, pero este año coincidió con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, por eso, por la precedencia que Cristo tiene sobre san Juan, esta solemnidad se traslada al día de hoy. La fiesta de los santos y los beatos suele celebrarse en el día de su muerte pues con la muerte el santo alcanza la perfección del amor y nace a la vida eterna. A veces, esa fiesta se celebra en alguna otra fecha importante de sus vidas, pero nunca el día de su nacimiento. Solamente se celebra el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo el 25 de diciembre, el de la Virgen María el 8 de septiembre y Juan el Bautista el 24 de junio.

El nacimiento de Juan el Bautista está rodeado de misterios, basta ver el evangelio de hoy (Lc 1,57-66.80) para recordar su concepción milagrosa de una mujer anciana y estéril; a su padre Zacarías, que se queda mudo por no creer en el anuncio del ángel; y ese primer encuentro con Jesús en el vientre de su Madre, cuando María visita a su prima Isabel. La mano del Señor estaba con él, desde el vientre materno. Zacarías dice que le llamarán profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor a preparar su camino… El precursor… La voz que grita en el desierto, conviértanse y preparen el camino del Señor.

También cada uno de nosotros tiene una identidad y un misión… Somos en cuanto personas, seres únicos e irrepetibles. Cada uno de nosotros viene a este mundo a cumplir una tarea y hemos sido ungidos en el Bautismo y en la Confirmación, para ser apóstoles y profetas… Debemos preparar el camino del Señor en muchos corazones, debemos ser también como esa Voz que grita en el desierto de tanta indiferencia y cuya vida conocemos hasta su martirio. Que San Juan Bautista, junto con María santísima, a quien nunca debemos hacer a un lado, interceda por nosotros y nos ayude a tomar conciencia de nuestra vocación, a ser humildes y confiados como san Juan Bautista, y sobre todo a tener el coraje de mantenernos fieles a la verdad y de nunca obrar respondiendo a las presiones o intereses en contra de nuestra consciencia. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 24 de junio de 2022

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LOS SACERDOTES...


Cada año, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. Esta especial jornada de oración es convocada por el Santo Padre a través del dicasterio para el Clero.

San Juan Pablo II, que fue quien instituyó esta jornada de oración el día del Sagrado Corazón, decía: «Pidamos sacerdotes santos, formados ‘según el Sagrado Corazón de Cristo».

Oremos por la santificación de los sacerdotes con esta bellísima oración que compuso santa Teresita del Niño Jesús:

Oh Jesús que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra la obra divina de salvar a las almas protege a tus sacerdotes (especialmente a: ..............) en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.

Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS, que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO, y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.

Haz que se preserven puros sus Corazones, marcados con el sello sublime del SACERDOCIO, y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.

Aumenta el número de tus apóstoles, y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.

Bendice Sus trabajos y fatigas, y que como fruto de Su apostolado obtenga la salvación de muchas almas que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén.

«Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío»... Un pequeño pensamiento para hoy


Celebramos hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, una fiesta que nos invita a ahondar más en el misterio del amor de Jesús que está ciertamente muy por encima de lo que podamos comprender. La lectura del profeta Ezequiel (Ez 34,11-16) y del Evangelio de san Lucas (Lc 15,3-7) nos llevan, en la misa de hoy, a ver el amor de Jesús encarnado en la actitud de un pastor bueno que cuida con esmero de sus ovejas, que no permanece impasible ante la que se aleja, que la busca y no para hasta encontrarla; que no la castiga por su inconsciencia o su maldad, sino que, recuperada, la carga sobre sus hombros para que le resulte más llevadera la vuelva al redil; que no puede ocultar su alegría y, vuelto a casa, el pastor reúne a sus amigos para hacerles partícipes de su alegría, más intensa que la que le produce el comportamiento prudente y fiel de las ovejas más dóciles que han permanecido en el redil.

El corazón es símbolo del centro de la personalidad y de los movimientos afectivos del alma. En el corazón se concreta la condición de cada ser humano en cuanto es capaz de afectos y sentimientos, hasta convertirse en símbolo del amor y del desamor, de la afección amorosa y del odio. Por eso, el corazón igual que la mente ha de ser redimido por el sagrado Corazón de Jesús, para que el hombre pueda entrar en sintonía con Dios. La acción redentora de Cristo cumple lo anunciado por los profetas: cambiar el corazón pecador en un corazón arrepentido hasta convertirlo de corazón de piedra en corazón de carne, suscitando, en el alma del pecador convertido por el amor del Redentor crucificado, la valiosa respuesta de amor que es arrepentimiento y retorno al amor de Dios. 

El valor redentor del amor de Cristo crucificado que se entrega por amor a nosotros, se prolonga en cada misa y, por medio del sacrificio eucarístico de la Iglesia, los efectos de salvación del sacrificio redentor del Calvario, ofrecido de una vez para siempre, alcanzan a todos aquellos que participan en la comunión eucarística. Por eso es tan importante estar en gracia y recibir el amor del corazón de Jesús para darlo a los demás. En esta solemnidad del Corazón de Cristo, acompañados de María, adoremos el misterio del amor de Dios hecho entrega en el Hijo de Dios que da la vida por nosotros, mientras tomamos parte del banquete de fraternidad que él ha dispuesto para nuestra salvación. Hoy es un muy buen día para ir a misa aunque no sea día de obligación. ¡Bendecido viernes! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío!

Padre Alfredo.

jueves, 23 de junio de 2022

«El testimonio de los padres jesuitas Joaquín y Javier»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ayer no comenté nada del reciente asesinato de los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar en la sierra Tarahumara en Chihuahua, al norte de México porque me centré en la reflexión en la figura de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento que celebramos ayer miércoles y que es la fundadora de la familia misionera a la que pertenezco. Hoy quisiera iluminar nuestra reflexión con el testimonio de estos dos sacerdotes y empiezo por el padre Joaquín, de quien prácticamente no puedo decir nada, porque no lo conocí. Sé que tenía 81 años, que le decían el padre Morita y que estaba muy comprometido en su trabajo pastoral. Lo recuerdan mucho en el estado de Tamaulipas, en donde vivió algún periodo de su vida sacerdotal y otro tanto en la sierra Tarahumara en donde en una tarea callada y humilde fue un gran evangelizador. 

Del padre Javier si puedo compartir algo, pues era relativamente cercano por varios motivos. Su hermana Lupita vivió un tiempo en la esquina de la cuadra de mi casa paterna, su hermana Teresita fue Misionera Clarisa del Santísimo Sacramento, congregación religiosa de la misma familia Inesiana a la que yo pertenezco; y mi mamá, desde hace casi 50 años, forma parte de la Agrupación de Esposas Cristianas que fundó la señora Josefina, mamá del padre Javier y por eso conocí desde pequeño a la familia. Vi al padre alguna que otra vez que tuve oportunidad de saludarlo. Tenía 79 años y era conocido como el padre Gallo. Su familia se expresaba muy bien de él y siempre lo admiraron por su gran entrega en la sierra Tarahumara en donde hasta que lo asesinaron era el superior de la comunidad. El padre dedicó su vida a los tarahumaras: hablaba su lengua, conocía sus nombres, sus casas y sus caminos. Era párroco y vicario de pastoral Indígena de la Diócesis de Tarahumara. Su alegría y su luz llenaban el espacio.

Hoy el evangelio (Mt 7,21-29) habla de la casa construida sobre roca y la casa construida sobre arena. Con toda seguridad, por los testimonios que he leído, sé que estos dos padres construyeron sobre roca su vocación religiosa, misionera y sacerdotal. El padre Javier apenas el viernes pasado había celebrado sus 50 años de ordenación sacerdotal. El padre Joaquín tenía un poco más. Pienso mucho en ellos y en que el Señor, de repente y sin saber cuándo, viene a llamarnos para entrar a la vida eterna. Leyendo este trozo evangélico y pensando en estos dos grandes sacerdotes me viene el invitar a quedarnos con unas preguntas: ¿Sobre qué estamos edificando nuestra vida y nuestra vocación: sobre roca, sobre arena? ¿sobre qué construimos nuestras amistades, o nuestra vida de familia, o nuestro apostolado? Que María santísima nos ayude y nos aliente para construir nuestra vida como su Hijo Jesús quiere. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico.

Padre Alfredo.

miércoles, 22 de junio de 2022

«La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy celebramos la memoria litúrgica de la fundadora de la familia misionera de la que formo parte. Celebramos a la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, a quien tuve la dicha de conocer en mi juventud y a quien solicité mi admisión como misionero en la obra que ella fundó. El evangelio que la liturgia propone para celebrar su fiesta es Juan 15, 9 – 17, que nos deja ver que el Señor nos ha elegido para dar fruto y que el fruto permanezca. Fue el 22 de junio de 1951 cuando la ahora beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, recibió la aprobación pontificia de la obra que ahora se extiende en 16 países de todos los continentes. 

La beata nació en una familia cristiana el 7 de julio 1904 en Ixtlán del Río, México. En 1924, durante el Congreso Eucarístico en México, se sintió totalmente atraída por Jesús a cuyo Amor Misericordioso se consagró como víctima de holocausto en 1926. Ingresó al Monasterio de Clarisas del «Ave María», donde permaneció 16 años. Vivió una fuerte experiencia espiritual con la Virgen de Guadalupe de la que nace su obra contemplativa y misionera conocida ahora como «Familia Inesiana» que con carisma Eucarístico, Sacerdotal, Mariano, Misionero y Alegre, hace presente a Cristo y a la Iglesia en el mundo en sus diversas expresiones: Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, Vanguardias clarisas (Van-Clar), Misioneras Inesianas Consagradas, Grupo Sacerdotal Madre María Inés y Familia Eucarística. Su vida fue un himno de alabanza, para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Murió en Roma el 22 de julio de 1981.

La oración colecta de la misa de hoy en su honor dice: «Padre de misericordia, que en la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, virgen, nos has dado un modelo de ardor misionero para la extensión del Reino de Cristo, concédenos que, por su intercesión y siguiendo su ejemplo, podamos proclamar tu Evangelio con sencillez y alegría hasta los confines de la tierra. Por Nuestro Señor Jesucristo...». La madre María Inés fue una gran amante de la Santísima Virgen, que ella interceda por nosotros para que a imagen de esta misionera sin fronteras, hagamos conocer y amar a su Hijo Jesús en el mundo entero. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 21 de junio de 2022

«Por la puerta estrecha»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los teólogos del tiempo de Cristo y también muchos de los de ahora, se preguntan si serán muchos o pocos los que se salvarán. San Lucas nos recuerda que Jesús no respondió a semejante pregunta (Lc 13,23). Si son pocos o muchos, es un secreto de Dios que no comparte con nosotros porque así lo ve conveniente. Hoy en el evangelio, Cristo habla de la puerta ancha y de la puerta angosta (Mt 7,6.12-14). Al decir que la puerta que conduce a la vida es «estrecha», Jesús quiere recordarnos que el camino de la vida es fatigoso y doloroso. Más adelante se comprenderá que se trata del camino de la cruz que acompaña nuestro andar por este mundo. Y al decir que son pocos los que entran por él, Jesús anuncia que su camino no es el del mundo, el del sentido común, el de la cultura dominante; es siempre un camino en la oposición, un camino minoritario.

No es de nuestra incumbencia averiguar cuántos se salvan o no se salvan. A nosotros solamente nos incumbe encontrar la verdadera entrada que conduce a la vida y entender que la entrada es estrecha. El camino comodón de la mediocridad, incluso del pecado y del vicio, es muy transitado y bastante ancho. En cambio, son pocos los que caminan directamente hacia Dios porque el camino es el estrecho, el del sermón del monte (Mt 5,1ss). Pero no vamos solos en nuestro andar. Tenemos que recordar que Jesús es el Camino y que él mismo nos va enseñando el sendero que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos.

Sabemos que la propuesta del cristianismo es bastante exigente, porque si lo que se pretende es la creación de una sociedad alternativa es necesario renunciar al egoísmo que impera en el mundo, pero también sabemos que es un camino de libertad que, como dice la beata María Inés «libremente elegimos y libremente cumplimos». Además, somos conscientes que es imposible lograr la sociedad que Cristo propone sin que haya esfuerzos y sacrificios de quienes han asumido su protagonismo. Así que la puerta es estrecha y angosto el camino. Por tanto, seguir a Jesús significa tomar una opción difícil, dura, como lo indican las imágenes: La salvación o la perdición. por tanto, es preciso elegir entre estos dos modos de vida que son antagónicos. Que la santísima Virgen nos ayude a elegir bien para llenar al mundo de la auténtica felicidad que tanta falta le hace. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 20 de junio de 2022

«No nos toca juzgar a los demás»... Un pequeño pensamiento para hoy


La rigidez y la hipocresía en el juzgar son defectos que se pueden evitar si se tiene cuidado de comenzar la crítica por uno mismo. La lealtad de comenzar la crítica por uno mismo no es sólo algo coherente; es mucho más. Es la condición indispensable para ver con claridad y para valorar con equidad las cosas que nos rodean. Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy (Mt 7,1-5) lo dicen abiertamente: «Quita primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para quitar la paja del ojo de tu hermano». Mirar a la condición propia es lo primero que se ha de hacer. En la conciencia de los propios límites y debilidades es donde se encuentra la medida justa —a saber, la tolerancia y la paciencia— para una crítica evangélica.

En nuestro propio corazón creemos ver claro, y encontramos toda clase de excusas para nosotros; pero somos incapaces de juzgar verdaderamente lo que ha llevado a tal persona a obrar de tal manera: su herencia, las influencias de su medio ambiente, de su educación... su carácter, el juego sutil de sus hormonas, sus intenciones profundas. Nunca tenemos todos los datos de un problema cuando se trata de los demás. Sólo Dios conoce verdaderamente el corazón. El ideal, pues, ¿no sería tener un juicio justo y el más objetivo posible sobre las cosas y los actos humanos... y evitar todo juicio subjetivo sobre las personas?

Miremos cada uno de nosotros nuestra realidad y cada día veamos lo importante que es ponerse en los zapatos del otro con las condiciones de vida que el otro vive. No pasemos el tiempo criticando a los demás, condenando y encontrándoles defectos porque nunca vamos a acabar. Todos somos pecadores —nos recuerda constantemente el Papa Francisco— y todos tenemos infinidad de errores porque no somos perfectos sino perfectibles. Pidamos a María Santísima que interceda para que el Señor nos libre de esa manía enfermiza y tan extendida de la crítica malévola y pidámosle que tengamos buenos ojos para ver nuestras propias fallas y corregirnos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 19 de junio de 2022

«Sigamos a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Tuvimos en la parroquia la Primera Comunión de 58 alumnos de nuestra escuela de catequesis «Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento» en una eucaristía llena de gozo y gratitud al Señor por este regalo maravilloso de Jesucristo que llega sacramentalmente por primera vez a estos pequeños que se prepararon para recibir dicho sacramento. En la celebración recordamos lo importante que es la «segunda comunión» y la tercera, la cuarta y todas las demás, pues por desgracia hay muchos niños y niñas a quienes después de haber hecho su Primera Comunión ya no los llevan a misa y dejan entrar a Satanás en sus vidas alejándolos de Dios. La participación activa en la misa dominical aleja las insidias del enemigo y nos llena de felicidad.

El Señor nuestro Dios quiere que lo identifiquemos siempre, que sepamos afirmar quién es él, como nos propone el evangelio de este día (Lc 9,18-24) cuando pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es él y luego directamente a ellos quién dicen que es Jesús. Ahora preguntémonos nosotros: «Para mí, ¿quién es Jesús? Ayer los que comulgaron por primera vez nos hicieron ver que Jesús es nuestro Dios, nuestro amigo que nunca falla, Aquel que nos está esperando siempre con los brazos abiertos, especialmente en la misa dominical para llenarnos de gracia, de manera que la podamos esparcir a los demás.

Después de la respuesta de Pedro, que en nombre de todos los discípulos responde a la pregunta diciendo que Cristo es «El Mesías de Dios», el Señor se dirige a la multitud e invita a todos a tomar la cruz para seguirle. Así que ir detrás de Jesús implica cargar la cruz y esa cruz bien que sabemos cuál es, la que nos toca a cada uno, a veces más pesada, a veces más liviana, pero una cruz que de alguna manera, nos permite alcanzar la vida nueva que nos ofrece el Señor. Cargar la cruz y renunciar a sí mismo. Jesús nos está invitando de un modo distinto a renunciar a nuestros egoísmos, a todo aquello que de alguna manera no nos permite estar cerca de él, como el faltar a misa los domingos. Pidamos a María Santísima que nos acompañe a la celebración de nuestra misa dominical con la cruz que cargamos reconociendo a Cristo como nuestro Salvador. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 18 de junio de 2022

«Confiar en la Divina Providencia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Nuestro punto de meditación del día de hoy se centra en la confianza en la Divina Providencia. El pasaje evangélico que nos lleva a ello es del evangelio de san Mateo (Mt 6,24-34). Jesús nos plantea como respuesta el sentido cristiano de la providencia ampliando y recalcando su doctrina radical sobre las riquezas. Jesús nos pone como modelo a los pájaros y a los lirios del campo, nos habla de seres que simplemente subsisten, que no tienen necesidad de acumular riquezas que generan poder. Para Jesús basta con subsistir, con tener «el pan nuestro de cada día», claro que esto no supone el que abandonemos la lucha diaria y el duro trabajo. «A Dios rogando y con el mazo dando». El texto no es una invitación a la indolencia, lo que se aconseja es que las preocupaciones no vayan más allá del trabajo necesario para asegurar la subsistencia; es un rechazo a la acumulación que genera injusticias y desigualdades.

Para nuestro Señor, lo único importante es el «Reino de Dios y su Justicia; lo demás se nos dará por añadidura», es decir, que estamos llamados a construir una nueva sociedad donde no tengan lugar las desigualdades hirientes, ni la injusticia, ni el hambre, ni donde muchos hermanos pasen grandes necesidades mientras otros viven en la opulencia. Si nos esforzamos en buscar ante todo el «Reino de Dios», todo lo demás se nos dará por añadidura. Este mensaje de Cristo es una invitación a relativizar el valor absoluto de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y su reinado y a solidarizarnos con los más necesitados, que exigen de nosotros una actitud de generosidad.

La primera preocupación de todo discípulo–misionero de Cristo debe ser que sea realidad la justicia del reino según el programa expuesto por Jesús —las bienaventuranzas que todos conocemos—, es decir, la fidelidad a Dios. Así el reinado se hace realidad. Jesús, que ha quitado a los discípulos la preocupación por el objetivo inmediato, la subsistencia, les recuerda el objetivo primario de la confianza en Dios de quien todo nos viene, el trabajo por la paz, la extensión del reinado de Dios que se verifica en la nueva relación humana. Cuando la comunidad vive así, no tiene que preocuparse por su vida material; de ésta se ocupa el Padre. ¿Qué tanto nos preocupamos nosotros? ¿Qué tan grande y real es nuestra confianza en Dios? ¿Sabemos confiar en Dios en nuestro trabajo y en nuestras ocupaciones? Que María Santísima nos ayude a seguir confiando en la Divina Providencia. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 17 de junio de 2022

«Todo por un megáfono»... Un pequeño pensamiento para hoy


No cabe duda que todos nos damos cuenta que vivimos en una sociedad muy materialista pero además muy consumista. Ayer compré un megáfono para la procesión de Corpus Christi y confieso que poco salgo de compras. Sin embargo, mi primera impresión al ver el artilugio que ocupaba fue expresar al vendedor: «¡Se va a desbaratar muy pronto!» Y sí, definitivamente todo artefacto de esta era del consumismo está hecho para servir unas cuantas veces para desecharlo y comprar uno nuevo... bien dice el Señor en el evangelio de hoy (Mt 6,19-23) que no acumulemos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen... ¿Qué hay en nuestros roperos? ¿Qué cosas guardamos y guardamos que no necesitamos? En Occidente vivimos en un mundo que de alguna manera podemos llamar opulento, lleno hasta el borde de bienes, ocupado obsesivamente en la producción y disfrute de los mismos unas cuantas veces hasta que se descompongan, se quiebren o se desfiguren. Se conjugan en todos los tiempos verbos como tener, poseer, atesorar, apropiarse, pertenecer, codiciar ... A estas sociedades occidentales nos viene bien hoy la advertencia de Jesús: «No amontonen tesoros en la tierra, donde hay polilla y moho que corrompen».

La sociedad consumista nos atiborra de cosas que luego ya no sirven y da lástima tirar, pero eso debe llevarnos a reflexionar en que nada de eso nos va a traer felicidad porque fuimos creados no para este mundo materialista que nos atiborra de objetos que pronto dejan de servir y que vamos sustituyendo y eso si no nos da lástima tirarlos. Cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está nuestro corazón, nuestra preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón». Ya estamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros y, sin embargo, parece que muchos no entendemos.

Los versículos finales de este trozo evangélico son una exhortación a la generosidad. Están construidos utilizando una imagen o metáfora si nos atenemos al contenido que se transmite a través de la figura «ojo». Puede ser un símil: al ser humano le pasa lo que al cuerpo: si el ojo está sano, todo el cuerpo se encuentra bien. Esta frase tan extraña se puede entender si tenemos en cuenta que, para los judíos, el ojo sano equivale a la generosidad, y el ojo enfermo a la mezquindad. Por eso algunos proponen esta frase que encontré por allí: «La esplendidez da el valor a la persona. Si eres espléndido, toda tu persona vale; en cambio, si eres tacaño, toda tu persona es miserable. Y, si por valer tienes sólo miseria, ¡qué miseria tan grande!». Después del llamado que nos hace san Mateo de despojarnos de los falsos tesoros, fuente de preocupaciones y poner toda nuestra confianza en Dios, esta exhortación a la generosidad es un llamado para que todos los discípulos–misioneros de Cristo nos entreguemos a Dios sirviendo a los demás sin límites ni condiciones. Y bueno, ¡a ver cuánto dura el megáfono! Que la Virgen María nos ayude a aspirar a los tesoros del cielo donde nada se desbarata. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 16 de junio de 2022

«La fiesta del Corpus Christi»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos uno de los misterios más bellos de la fe cristiana, la solemnidad del Corpus Christi —el Cuerpo y la Sangre de Cristo— que, en algunas naciones, como México, es una fiesta de precepto y hay que asistir a misa. La liturgia nos presenta el evangelio de la multiplicación de los panes (Lc 9,11-17) y con ello meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales, y parece como si estuviéramos físicamente presentes en aquellos momentos en la que la multitud se sació de lo que es una alegoría de la Eucaristía, en la que está realmente presente el Corazón de Jesús muerto y resucitado palpitando de amor por nosotros y que debe ser el centro de nuestra parroquia, el centro de nuestra familia, el centro de nuestras vidas. 

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida del cristiano (LG 11). En ella encontramos la fuente de donde brota nuestra fuerza, nuestra alegría, nuestra paz. Nuestra vida cristiana que es la vida en Cristo y en la que Cristo vive en nosotros. La Iglesia vive de la Eucaristía y como dice mucho el arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera: «La Eucaristía nos mueve». La Eucaristía es también la cumbre, la cima hacia la cual tiende todo nuestro esfuerzo, porque a la Eucaristía traemos nuestros dolores y alegrías, nuestras frustraciones y anhelos, porque la Eucaristía es para nosotros ya un anticipo de la meta, del cielo. A ese Jesús a quien nosotros adoramos en la Eucaristía, lo veremos cara a cara en la Gloria, y al celebrar la Santa Misa nos unimos a la Liturgia Celestial. En el Santísimo Sacramento está realmente presente Jesús, en su Cuerpo y Sangre, en su humanidad y en su divinidad. Una presencia que se prolonga luego de la celebración de la Santa Misa, ya que Jesús se queda con nosotros en el Sagrario porque, como en la multiplicación de los panes, todos alcanzan y hasta sobra. 

Además de su presencia en la misa, Jesús está en el Sagrario, aguardándonos como un amigo íntimo y cercano, que nos conoce, que sabe de nuestras alegrías y tristezas. Él quiere que lo visitemos con frecuencia, para darnos su fuerza y su gracia en el camino de la santidad. Como dice la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: «Ante Jesús Sacramentado se experimenta una gran fuerza y profunda alegría en el marco de una oración confiada, humilde, llena de abandono a su querer» (Cartas colectivas). Para cerrar este nuestro momentito de reflexión, Pidamos a María Santísima que ella nos eduque a ser reverentes, que ella interceda por nosotros para que nuestros ojos se abran, para que nuestro corazón se encienda como el de los que vivieron aquel momento de la multiplicación de los panes, para que cada día crezca en nosotros el gozo de vivir en comunidad, la celebración de la Eucaristía y la alegría de visitar al Señor en su Sagrario. ¡Bendecido jueves del Corpus Christi!

Padre Alfredo.

miércoles, 15 de junio de 2022

«Dios, que ve en lo secreto»... Un pequeño pensamiento para hoy...


El pasaje evangélico de hoy (Mt 6,1-6.16-18) es muy bonito y muy comprometedor. Jesús, en unas cuantas líneas, exige a sus seguidores autenticidad de vida. Él les dice que no practiquen el bien «delante de los hombres para ser vistos por ellos», sino por la recompensa que nos viene de Dios, que es quien nos ve y conoce nuestros méritos e intenciones. Este Dios misericordioso «que ve en lo secreto» lo que somos y lo que hacemos.

Esto lo concreta Jesús en tres direcciones que abarcan toda nuestra vida. En primer lugar quiero ver lo que nos dice de la relación con Dios, y por eso nos presenta la oración, que debe ser sincera y sin buscar recompensas materiales —eso lo sabemos—. Jesús nos invita a hacer una oración sencilla, humilde, que no sea una exhibición. Luego quiero ver la relación con los demás, que se ejerce por las obras de caridad que no necesitan hacer ostentación ni publicarse en Internet y las redes sociales para ser vistos ayudando al otro, sino expresando esto con la caridad que brota del corazón que sabe que todo le viene de Dios. Finalmente me detengo en la dirección que toma en cuenta la relación con nosotros mismos y que es el aspecto sacrificial de nuestra vida que en este relato del evangelio viene expresado en el ayuno, que no es para dar lástimas, sino para abrirse a la gracia de Dios, es decir, vaciarnos para poder llenarnos de Dios.

En estos tres aspectos, o direcciones que «Dios ve en lo secreto», se sigue la misma dinámica: Cuando damos limosna, no lo debemos hacer para que todos se enteren, Dios nos ve y nos premiará, Cuando rezamos, no es para que todos se den cuenta de lo piadosos que somos, sino para tener un encuentro con Dios. Finalmente, cuando ayunamos, no buscamos el aplauso y la admiración de los demás, sino que lo hacemos por amor a Dios. El «Dios que ve lo secreto» vio todo lo que vivió María Santísima y el camino que nos han trazado tantos santos, beatos, hombres y mujeres de profunda fe. Que ellos nos ayuden también a glorificar a «Dios, que ve lo secreto». ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 14 de junio de 2022

«Algo que parece irrealizable»... Un pequeño pensamiento para hoy


Amar a los enemigos parece ser algo irrealizable o una utopía para soñadores. Así que visto el fragmento del evangelio de la misa para este día (Mt 5,43-48) aparece a los ojos del mundo como algo inalcanzable, algo que sólo los ángeles pudieran realizar, o una cuestión para tontos o ingenuos. Sin embargo, Cristo está hablando en serio. Jesús rompe con las tradiciones rabínicas de su tiempo una vez más, y cambia el concepto de prójimo a toda persona sin distinción, aumenta el perdón hasta setenta veces siete, pero en esta ocasión va todavía más allá, pues iguala el amor al prójimo con el amor a Dios; y no conforme con eso, lo amplía al enemigo, rompe con la división que hasta entonces se tenía, amigos-enemigos, la declara inviable y anticuada; pues para el que ama como Cristo, no hay más que hermanos, pues somos hijos todos del mismo Padre, Dios.

Él nos dice que debemos amar a nuestros enemigos, y más que eso, que debemos ser perfectos como es perfecto nuestro Padre Celestial. Y es que viendo de fondo este pasaje del evangelio, nos queda muy en claro que Dios trata a todos de la misma manera, sean amigos o enemigos porque Dios nos ama a todos, y no se venga ni castiga, como pensaban algunos de los judíos de aquellos tiempos de Cristo. Pero es una realidad, hasta nuestros días, que nos cuesta mucho hacer el bien a quien nos quiere mal, perdonar a quien nos ofende y olvidar agravios pasados. Pero el estándar de nuestra vida no es la práctica del mundo. El estándar de nuestra vida, como discípulos–misioneros de Cristo lo es Dios mismo.

Por eso en este fragmento del evangelio hemos de ver que el amor vivido por Jesús es alentador, es un amor liberador. Podemos encontrar que ciertamente es muy difícil perdonar, pero el principio del perdón puede ser rezar por aquellos que necesitamos perdonar. Podemos amar solo a aquellos que nos corresponden nuestro amor, pero el principio del amor verdadero es no esperar ni querer retribución. Recemos, unidos con María, para que nuestro amor sea como la luz del sol que ilumina a todos, amigos y enemigos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 13 de junio de 2022

«El abuso del poder en Ajab y Jezabel»... Un pequeño pensamiento para hoy


Siempre ha habido gente poderosa que se aprovecha de su situación en beneficio propio. Es lo que hoy se denomina como «tráfico de influencias» y que muestra las diversas clases de corrupción del poder. Como digo, esto no es novedad, es lo mismo que hicieron Ajab y Jezabel con el pobre Nabot en la primera lectura que la misa de hoy lunes nos presenta (1 Re 21,1-16). Esto, si no tenemos cuidado, puede pasar en nuestro pequeño mundo doméstico. Cada uno de nosotros puede ser un tirano y abusar de su poder en relación a otros más débiles. Leamos este pasaje de la Escritura y pensemos si sucede algo parecido —en otras dimensiones, claro está— a lo que aquellos reyes hicieron con Nabot. ¿Echamos mano de artimañas y hasta de injusticias para conseguir lo que queremos, cuando no lo logramos por las buenas?

La Palabra de Dios nunca se presenta desencarnada. La situación humana que en este trozo de la Biblia se presenta es muy concreta. Se puede ver como un problema social, político, económico... como decimos hoy. Se trata del poder de un rey que quiere comprar el terreno de su vecino y que le ofrece un buen precio para ello. Sin embargo el vecino rehúsa «porque es una propiedad familiar heredada de sus antepasados» y tiene un gran valor sentimental para él. Nabot valora su viña no por lo que cuesta, sino por lo que significa. Ante esto nos podemos preguntar: ¿en base a qué valoro los bienes materiales que poseo?

La reflexión se puede perfectamente complementar, con el evangelio de hoy (Mt 5,38-42), nos muestra el punto de vista de Jesús frente a las realidades humanas de quienes trampean o abusan. Esto, junto a la primera lectura, no es una invitación a aceptar, sin más, las injusticias sociales y a cerrar los ojos a los atentados contra los derechos de la persona humana. Ni Jesús ni los cristianos podemos permanecer indiferentes ante las injusticias, sino que estas se han de denunciar. El mismo Jesús pidió explicaciones, en presencia del sumo sacerdote, al guardia que le abofeteó, y san Pablo apeló al César para escapar de la justicia, demasiado parcial, de los judíos. Pero sí se nos enseña que, cuando personalmente somos objeto de una injusticia, no tenemos que ceder a deseos de venganza. Al contrario, que tenemos que saber vencer el mal con el amor. Con María Santísima pidamos al Señor la capacidad de denunciar a quienes abusan ostentando poder. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 12 de junio de 2022

«La Santísima Trinidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Al siguiente domingo después de Pentecostés, la Iglesia celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de la fe y de la vida cristiana. Fue el Papa Juan XXII, en el año de 1334 quien introdujo en la iglesia la fiesta oficialmente. No obstante, fue precedida por siglos de devoción al misterio que celebra. Es el misterio de Dios en sí mismo, siendo de esta forma, la fuente de todos los otros misterios de la fe, la luz que los ilumina. Sabemos que este misterio no lo podemos entender con nuestra razón, sólo podemos comprenderlo a la luz de la fe; es una verdad de fe que Dios nos ha ido revelando poco a poco. Podríamos invertir un largo tiempo sobre lo poco o lo mucho que sabemos de la Santísima Trinidad. Más bien poco. Lo importante es que Dios se preocupa de nosotros y de todo lo nuestro, que el Padre se va revelando a los hombres, interesado y preocupado por nuestros problemas, que el Hijo se hizo hombre y predicó el Reino de Dios, y que el Espíritu deja sentir su fuerza en el corazón de quienes se abren a Dios con confianza.

Un misterio —bien lo sabemos— es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. Este misterio de la Santísima Trinidad —Un sólo Dios en tres Personas distintas—, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en sí mismo. Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles, aunque como digo, la fiesta oficial se instituyera muchos años después. Luego de la Resurrección, los primeros seguidores del camino iniciado por Cristo comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios. 

El evangelio de hoy (Jn 16,12-15) nos muestra en la escena a Cristo que habla del Padre y del Espíritu Santo haciéndonos ver que se trata de un solo Dios en tres personas. El Padre, primera persona, es el Creador de todas las cosas y de manera especial del ser humano, hecho a su imagen y semejanza; Jesús, es el Hijo, segunda persona, encarnado por amor a nosotros, para dar cumplimiento a la obra redentora, liberándonos del pecado y dándonos la vida eterna; y el Espíritu Santo, tercera persona, donde el Padre y el Hijo, se hacen presentes en nuestra vida a través de Él, iluminándonos, santificándonos y ayudándonos con sus dones, para alcanzar la vida eterna. En este Domingo de la Santísima Trinidad, en el que nos sentimos queridos por este Dios Trino vivamos el gozo de esta fiesta bajo l mirada amorosa de María la Hija predilecta del Padre, la Madre amorosa de Jesús y la fiel esposa del Espíritu Santo. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 11 de junio de 2022

«Amar y defender la verdad»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tema del evangelio de hoy (Mt 5,33-37) es el juramento, así que hoy me detendré en este tema. El juramento sacraliza la palabra humana relacionándola con un poder exterior, en la mayoría de los casos divino. Cuando Jesús recomienda la renuncia al juramento, rechaza esa alienación de la palabra humana; esta última dispone de suficientes medios —en particular la lealtad y la objetividad— para valorizarse así misma sin tener que someterse a tutelas exteriores. Y si Dios está presente en la palabra humana, no lo es tanto por la invocación de su nombre como por la fuente misma de la sinceridad del hombre. Nuestro Dios no quiere un hombre esclavizado; le quiere erguido y fiel a sí mismo.

Así, al recomendarnos que renunciemos al juramento, Jesús revaloriza la palabra humana y nos deja en claro que es inútil hacer cualquier juramento. Nos debe quedar claro que la palabra humana tiene un valor por sí misma, por la sinceridad que atestigua, por eso se dice: «este es un hombre de palabra» o «esta es una mujer de palabra». De hecho, si Dios está presente en la palabra del creyente, lo está menos por la invocación exterior de su Nombre, que por la objetividad y la verdad interna de la cual esta palabra es portadora.

¿Somos hombres y mujeres de palabra? Más nos vale que sí. Debemos decir las cosas con sencillez, sin fingimientos ni complicaciones, sin manipular la verdad. Así nos haremos más creíbles a los demás —no necesitaremos añadir «te lo juro» para que nos crean o el «te lo prometo» pensado como juramento— y nosotros mismos conservaremos una mayor armonía interior, porque, de algún modo, la falsedad puede leer las páginas que el Catecismo de la Iglesia Católica dedica al octavo mandamiento: vivir en la verdad, dar testimonio de la verdad, las ofensas a la verdad, el respeto de la verdad (CEC 2464-2513). Que María santísima «mujer de palabra» nos ayude a vivir en la verdad. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 10 de junio de 2022

«Fidelidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el evangelio de este día (Mt 5,27-32), Cristo exige a sus seguidores, a sus discípulos–misioneros, que se tomen en serio el matrimonio. La fidelidad matrimonial —y, equivalentemente, por supuesto la fidelidad a la vida religiosa o ministerial— es algo que cuesta y que se conquista. Porque no se trata de ser fieles en los momentos en que todo va bien, sino también cuando no se siente gusto inmediato en la entrega. Además, hay algo muy importante que tomar en cuenta, que Jesús quiere llegar al fondo de los corazones. Lo que mancha al hombre no es su cuerpo, sino su mente, su deseo, su intención. En la humanidad, Jesús introduce un nuevo valor: el respeto profundo de sí mismo, el respeto del otro sexo, la nobleza del amor... En Israel, en tiempo de Jesús, el divorcio era legal: pero, dice Jesús, no es a este nivel «exterior» que se juega lo esencial. La moral conyugal, la moral sexual, no es ante todo una lista material de actos permitidos y de actos prohibidos... es una actitud interior, mucho mas exigente que pide una continua superación.

Jesús experimenta la necesidad de remplazar el contenido de las leyes de la antigua alianza que por tanto uso y abuso habían perdido vigencia frente a las exigencias de una alianza nueva que ya no se puede aplazar más. En esto Jesús no sólo está hablando a la gente de su tiempo; él se las supo ingeniar muy bien para ser contemporáneo de las futuras generaciones porque como sabemos, el evangelio siempre acontece. Todo en Él está referido a la manera como el ser humano debe enderezar sus sentimientos para que la transformación de la realidad —su propia realidad personal y la realidad social también— sea posible. La trascendencia del proyecto de Jesús está en que desborda tiempos y espacios determinados. La superioridad de los mandamientos que inaugura Jesús se hace patente cuando, al referirse al adulterio —por ir al ejemplo de hoy—, va más allá de la fidelidad física, la cual podría ser controlada con determinada ley, y se preocupa de la fidelidad que no se ve pero que se juega en la conciencia.

Las palabras de Jesús pueden sonar un tanto duras para la sociedad actual. Radicales, tal vez para quienes piensan que la palabra de Dios tiene que adecuarse a nuestros tiempos. Sin embargo, Jesús no quiere dejar nada al beneficio de la duda y la Palabra de Dios es la misma ayer, hoy y siempre. Todo aquello que nos haga caer en pecado debe ser erradicado de nuestras vidas y eso es posible hacerlo, aunque parezca una tarea espinosa o embarazosa. Jesús utiliza estos ejemplos simbólicos para que entendamos que nuestro cuerpo o nuestra condición humana no debe dominarnos y que es posible erradicar de nuestras vidas todo aquello que no nos permite presentarnos ante Dios. Todo aquello que no nos permita gozar plenamente de las bendiciones que Dios tiene para nuestras vidas. No debemos andar justificándonos en nuestra condición humana, en nuestras debilidades. Es posible echar de raíz todo lo que nos aleja de Dios. Que María santísima nos ayude a seguir creciendo en la fidelidad y en el cuidado de la vivencia de nuestra fe. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 9 de junio de 2022

«Jesucristo, sumo y eterno sacerdote»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote. Hoy admiramos al Señor como nuestro Buen Pastor y Salvador, que se deshace por su rebaño, al que no abandonará nunca. El Evangelio nos muestra que Jesús manifiesta «ansia» por los suyos, por nosotros: «Cuanto he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer» nos dice en el evangelio de hoy (Lc 22,14-20). No puede haber mediador más perfecto... Cristo, resucitado, glorificado a la derecha del Padre es «el heredero» de todas las cosas. Su dominio es eterno, sobre todo pueblo o nación; su reino no tendrá fin. Cristo es el punto culminante de la historia humana y de la historia de la salvación. Es «alfa y omega» de la creación entera. Él es «el esplendor», la irradiación de la gloria de Dios: reflejo de la luz eterna, espejo vivo de la actividad de Dios, imagen de su bondad.

Esta fiesta nos lleva a agradecer esta entrega sacerdotal de Cristo pero también nos hace pensar en los sacerdotes, todos estos hombres que, escuchando el llamado del Señor, han querido también experimentar esa «ansia» de Jesucristo. El Orden sacramental es una dimensión esencial para la Iglesia, y por eso fue incluido entre los sacramentos. Este es un día para comprender el sentido y la función de este «sacramento» particular en consonancia con la Sagrada Escritura y la realidad de las cosas partir de la Iglesia como «sacramento original». Un sacramento esencial para la existencia de la Iglesia y en el que ésta se actualiza.

Aunque todos los jueves pedimos por los sacerdotes y recordamos la institución de este sacramento el Jueves Santo, la Iglesia quiere contemplar hoy a Cristo Sacerdote que se asemeja en todo a sus hermanos, a fin de ser misericordioso. Hoy se nos recuerda que el sacerdocio de Cristo y el de quienes han recibido este sacramento, no sigue el camino de la ambición, de la soberbia y del poder, sino el camino de la humillación, del sufrimiento y de la muerte, de la entrega total. Recordemos en este día a todos los sacerdotes que han pasado por nuestra vida, desde el sacerdote que nos bautizó hasta el que acabamos apenas de ver en misa o en la confesión. Que María Madre de Cristo sacerdote nos acompañe a orar por ellos. ¡Bendecido jueves celebrando a Cristo sumo y eterno sacerdote!

Padre Alfredo.

miércoles, 8 de junio de 2022

«No perdamos el rumbo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Nuestras comunidades de discípulos–misioneros de Cristo no deben perder el rumbo en cuanto a saber cuál es el querer de Dios, el cual se descubre en cuanto se trabaja por la paz, se es misericordioso, se ayuda a los necesitados y demás; con esta conducta es con la que se le da al Reino de Dios el valor que tiene. En el contrapunteo existente entre la ley judía y el humanismo expuesto por Jesús quedará establecido en la historia cuál de estas dos propuestas le van a dar al ser humano las bases para crear una sociedad más justa.

Por eso vemos en el evangelio de hoy (Mt 5,17-19) que Jesús manifiesta que él ha venido a dar cumplimiento a la Ley, pero él nos enseña el verdadero hilo conductor de esta Ley que es la misericordia en sus múltiples manifestaciones. Las palabras de Jesús, que san Mateo consigna en este párrafo del evangelio son una invitación a los discípulos–misioneros a vivir en el testimonio y en el cumplimiento de la Ley, incluso en los preceptos menos importantes. Este llamado se ratifica con la enseñanza, con el anuncio de la buena noticia. Observar la Ley es vivirla en plenitud y darle, como Jesús, su verdadero cumplimiento; porque el fin de la Ley es Cristo y la voluntad del Padre ha sido revelada en forma definitiva por el Hijo. De esta manera es necesario que leamos y comprendamos el Antiguo Testamento a la luz de Jesucristo.

Complementando esto, en la última sección del evangelio de este día, Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). Porque —como dice san Juan— «quien dice: “Yo le conozco” y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4). A la vez, Jesús nos enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano. Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber hacer vida la Ley. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 7 de junio de 2022

«Ser sal y luz de la tierra»... Un pequeño pensamiento para hoy


Una de las comparaciones que Jesús hace de nuestra vida como discípulos–misioneros en el mundo es la compararnos con la sal y con la luz, Ser la sal de la tierra es ser en verdad la fuerza sabrosa y tonificante de esta humanidad que corre constantemente el riesgo de debilitarse en la banalidad. Ser luz de la tierra es ser esperanza para una humanidad que vive sumergida muchas veces en la oscuridad de la mundanidad, de la que tanto nos habla el Papa Francisco.

Hoy son estos los temas que toca el evangelio (Mt 5,13-16). Cuando Jesús nos dice que somos la sal del mundo, hemos de pensar en cómo la sal condimenta y da gusto a la comida. La sal sirve para evitar la corrupción de los alimentos. Y también, en muchas culturas, es símbolo de la sabiduría. Debemos ser sal en el mundo para dar gusto y sentido a la vida. Hemos de contagiar sabiduría, o sea, el gusto de Dios y, a la vez, el sabor humano, sinónimo de esperanza, de amabilidad y de humor. Como la sal, debemos también preservar de la corrupción, siendo una voz profética de denuncia, si hace falta, en medio de la sociedad.

Cuando Jesús habla de ser luz, debemos de ser como la luz, que alumbre el camino, que responda a las preguntas y las dudas, que disipe la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad. Todos sabemos qué clase de cegueras y penumbras y oscuridades reinan en el mundo, y también dentro de nuestros mismos ambientes familiares o religiosos. El día de nuestro Bautismo se encendió una vela del Cirio pascual de Cristo. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa. No se nos ha dicho que seamos lumbreras, sino luz. Pidamos a la santísima Virgen que interceda por nosotros para que, como ella, podamos ser sal y luz del mundo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 6 de junio de 2022

«María, Madre de la Iglesia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy volvemos al tiempo ordinario en la liturgia. Con la fiesta de Pentecostés hemos cerrado el tiempo de Pascua y ahora volvemos a lo ordinario cobijados por la santísima Virgen María a quien hoy celebramos como «Santa María Virgen, Madre de la Iglesia». En el evangelio de hoy (Jn 19,25-34) se lee la escena de Jesús en la cruz y junto a él su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Así, para la celebración de esta memoria de la Virgen nos trasladamos a esos momentos en los que Jesús pendía de la cruz y su madre le acompañaba.

Las palabras de Jesús: «He ahí a tu hijo», realizan lo que expresan, constituyendo a María madre de Juan y de todos los discípulos destinados a recibir el don de la gracia divina. Por eso le rendimos una especial veneración como Madre de la Iglesia. Al mismo tiempo, Jesús recomienda a Juan que esté al tanto de su madre con particular amor, es decir, se la confía, para que la reconozca como su propia madre. La Virgen acoge en silencio la elevación a este grado máximo de su maternidad de gracia, habiendo dado ya una respuesta de fe con su «sí» en la Anunciación.

La Virgen María fue solemnemente proclamada como «Madre de la Iglesia» en el Concilio Vaticano II el 21 de nov. de 1964, sustentando esto en este pasaje evangélico que la liturgia del día de hoy nos regala. María Santísima es verdaderamente madre nuestra. Ella nos engendra continuamente a la vida sobrenatural. Ella como madre intercede continuamente por nosotros ante su Hijo. Ella siempre nos indica el camino a Cristo y nos concede las gracias necesarias para andar. Al volver a la vivencia del Tiempo Ordinario en la liturgia de la Iglesia, encomendémonos a ella. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 5 de junio de 2022

«Pentecostés»... Un pequeño pensamiento para hoy


Desde finales del siglo IV, el día de Pentecostés está marcado particularmente por la conmemoración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María Santísima. Es un día en que la Iglesia dirige su atención de una manera especial a honrar a la tercera Persona de la Santísima Trinidad. En el Nuevo Testamento, el don del Espíritu se presenta como fruto de la Pascua. «Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado» (Jn 7,39). Por eso, el Resucitado se da prisa en comunicar el Espíritu a los suyos, la tarde misma del día de la resurrección, en su primera aparición, como nos narra el Evangelio de hoy (Jn 20,19-23). En realidad, ese Espíritu es el «aliento vital» que exhaló Jesús sobre su Iglesia desde lo alto de la cruz en el momento de pasar de este mundo al Padre: un regalo nupcial del Esposo.

A todo discípulo–misionero de Cristo debe quedarle muy claro que la función del Espíritu Santo en la Iglesia no es suceder a Cristo ni, menos aún, suplantarlo. Por el contrario, es «llevar a plenitud la obra de Cristo en el mundo», como lo afirma la plegaria eucarística IV del Misal Romano. Corresponde al Espíritu Santo asegurar la presencia invisible y perenne de Cristo y de su obra; desplegar, en el tiempo y en el espacio, la totalidad del misterio de Cristo; «hacernos comprender la realidad misteriosa de su sacrificio y llevarnos al conocimiento pleno de toda la verdad revelada», como dice la oración sobre las ofrendas de la Misa de hoy; ayudarnos a interiorizar y asimilar la  salvación de Cristo.

El Espíritu clausura las solemnidades pascuales abriendo a la Iglesia a la misión que nace ineludiblemente de la experiencia de la Pascua. A los discípulos–misioneros reunidos el Resucitado les comunica el Espíritu como una fuerza que los aliente a llevar adelante la misión que les encomienda. El Espíritu los transforma en testigos valientes, en predicadores enardecidos de la Buena Noticia. Se da a la Iglesia como un principio vital que le permite crecer, expansionarse, manifestarse al exterior, irradiar hacia el mundo la presencia salvadora de Cristo en la tarea de todos los discípulos–misioneros, pregoneros de la Buena Nueva. Va plasmando a la Iglesia como lugar de encuentro y diálogo, como instrumento de paz y reconciliación, para que sea ante todo el mundo signo visible de salvación. Pidamos a María Santísima que así como acompañó a aquel grupito en la recepción del Espíritu Santo, nos acompañe a nosotros y nos llenemos de esa fuerza que nace de lo alto. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 4 de junio de 2022

«Tú, sígueme»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos hoy al último día de Pascua antes de Pentecostés que cierra este hermoso tiempo litúrgico en el que celebramos gozosos que Cristo ha resucitado. El día de hoy el evangelio de la misa es el final del evangelio de san Juan (Jn 21,20-25), que parece como si no acabara. Él nos dice que hay muchas otras cosas de Cristo que no caben en los libros. Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús dos mil años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas siete semanas, que concluirán mañana con el don mejor del Resucitado, su Espíritu. Nosotros, que estamos intentando vivir en cristiano y anunciar ante el mundo, como discípulos–misioneros, que Cristo Jesús es el que da sentido a toda la historia y a nuestra vida. Y que nos estamos dejando llevar por el Espíritu de Jesús a la verdad plena, a la verdad encarnada en cada generación.

En estos párrafos finales del evangelio de san Juan, es importantísimo contemplar el «Tú sígueme» que Jesús hace a Pedro. Es que nuestro seguimiento del Señor debe ser consecuencia de haberlo conocido, de amarlo y de estar totalmente comprometidos con él y con su evangelio. Nosotros debemos ser los primeros en hacer nuestra la vida nueva que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús, su Hijo, hermano y señor nuestro. Pero esa vida que Dios nos ha comunicado no podemos encerrarla, sino que la hemos de proclamar al mundo entero para que a todos llegue la salvación de Dios. 

A través del tiempo la Iglesia católica continuará escribiendo esa historia del amor de Dios no sólo mediante sus palabras, sino también mediante sus obras, sus actitudes y su vida misma. A la «Palabra de Dios» se añadirá la tradición de la Iglesia y el magisterio. Esto nos debe llevar a no romper la unidad en la Iglesia, y a saber respetar los carismas que Dios ha derramado a manos llenas en su Iglesia para el bien de la misma. Son san Pedro y los demás apóstoles, al igual que sus sucesores, quienes sabrán discernir esos carismas e impulsarlos para que cada uno, a la medida de la gracia recibida, pueda colaborar para que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza entre nosotros. Así, unidos en torno a Cristo, caminando tras sus huellas llegaremos, finalmente ahí donde Él, nuestra Cabeza y Principio, nos ha precedido. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos dejemos llenar por el Espíritu Santo en una nueva Pentecostés que nos conceda la gracia de ser leales a la misión evangelizadora que nos ha confiado. Que Él derrame en abundancia sobre nosotros su Espíritu Santo para que nos conduzca y lleguemos a lograr, juntos, la salvación eterna. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.