Son dos grandes lecciones de fe para nosotros. Desde las páginas del Evangelio, Jairo y la mujer que sufría hemorragias, juntamente con tantos otros, nos hablan de la necesidad de tener una fe inconmovible en el Señor, que tiene compasión de nosotros. Podemos hacer nuestra aquella bonita exclamación que aparece en otra parte del Evangelio de san Marcos: «Creo, Señor, ayuda mi incredulidad» (Mc 9,24). La mujer que padecía flujo de sangre pensaba que no era digna de que Jesús le dedicara tiempo. Sin hacer ruido, se acerca y, tocando la borla del manto de Jesús, «arranca» su curación y ella enseguida lo nota en su cuerpo. Pero Jesús, que sabe lo que ha pasado, no la quiere dejar marchar sin dirigirle unas palabras: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc 5,34). A Jairo, Jesús le pide una fe todavía más grande. Jesús le dice: «No temas, solamente ten fe» (Mc 5,36). Y como aquellos patriarcas antiguos, creyendo contra toda esperanza, vio cómo Jesús devolvía la vida a su amada hija.
Así, tenemos aquí dos testimonios para que nadie se crea que la fe es cuestión de una ilusión sino que es la realidad que todos podemos vivir. Quiera Dios velar también por nosotros. Leyendo el relato nos damos cuenta de que Jesús no nos pide otra cosa sino tener fe. Eso sí, a veces nos lo pide en situaciones de desesperación total como hemos visto hoy. Que María Santísima interceda por nosotros para que tengamos la fe de Jairo y la fe de la mujer que es curada. Pidámoslo todos los días. ¡Bendecido martes inicio de un nuevo mes!
Padre Alfredo.
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