sábado, 5 de febrero de 2022

«En la fiesta de san Felipe de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Es inevitable que cada 5 de febrero, al celebrar la fiesta de San Felipe de Jesús, mi pensamiento vuele, desde hace ya años, a la comunidad de san Felipe en el centro de Morelia, Michoacán, en donde por un tiempo el Señor me regaló el ejercer mi ministerio sacerdotal en esa bella comunidad formada principalmente por personas de la tercera edad que entusiasmados vivían su fe y expresaban su gusto cada año en la fiesta patronal. El templo era muy pequeño, así que para celebrar el día de fiesta pedíamos permiso al municipio de cerrar la calle y al mismo tiempo solicitábamos unas tarimas para confeccionar el presbiterio provisional y poner allí el altar para la celebrar la Misa a la que acudía muchísima gente. ¡Llevo en mi corazón tantos rostros de aquellos ayeres! Los encomiendo a todos en este día.

La historia de San Felipe de Jesús es muy bonita. Él es el primero de los santos mexicanos y el primero, además de nuestros mártires. De padres españoles, nació Felipe de las Casas Martínez en la Ciudad de México en 1572. Fue el mayor de once hermanos, de los que tres siguieron la vida religiosa. Su padre estaba emparentado con otro notable monje y evangelizador de América, Fray Bartolomé de las Casas. Por azares del destino Felipe, siempre inquieto, viajo a Filipinas y allá entró al convento de Santa María de los Ángeles de Manila. Al regresar a México para ordenarse sacerdote el barco encalló en Japón y allí Fray Felipe se refugió en Meaco, donde los franciscanos tenían escuela y hospital. El 30 de diciembre todos los frailes fueron hechos prisioneros junto con un grupo de cristianos japoneses. El día 3 de enero les cortaron a todos la oreja izquierda. Luego emprendieron una marcha en pleno invierno, por un mes, de Tokyo a Nagasaki donde el 5 de febrero, junto a otros 25 cristianos fue colgado, como todos ellos, de cruces sobre una colina en las afueras de Nagasaki y allí fue el primero en morir.

El Evangelio de hoy (Lc 9,23-26) elegido especialmente para esta fiesta, nos habla del valor de la entrega cargando la propia cruz para seguir a Jesús cuestionando que de nada sirve ganar el mundo entero si se pierde al Señor. El estilo cristiano es precisamente el que está marcado por el cargar la cruz de cada día con humildad inundando la vida de dulzura, de mansedumbre. Quien quiere salvar la propia vida, la perderá. Y esto hay que vivirlo con alegría porque la alegría nos la da Él mismo. Seguir a Jesús es alegría, pero seguir a Jesús con el estilo de Jesús, no con el estilo del mundo. Seguir el estilo cristiano significa recorrer el camino del Señor, cada uno como puede, para dar vida a los otros, no para darse vida a sí mismo. Animados por el ejemplo de San Felipe de Jesús ponemos nuestros trabajos y proyectos bajo su patrocinio, de manera especial a los jóvenes de la Nación Mexicana, de quien es patrono, para que descubran en él un modelo de conversión, un intercesor eficaz que les lleve al encuentro vivificante con el Señor. Que santa María de Guadalupe nos aliente a cargar la cruz de cada día para seguir a Jesús. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.


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