lunes, 28 de febrero de 2022

«Que no nos pase como al joven rico»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos al último día del mes más corto del año, este febrero, que por lo menos a mí, a pesar de la pandemia y de las incertidumbres que esta causa, se me ha ido como agua. Tengo 60 años... ¿será por eso? Dicen los grandes estudiosos que la sensación de que el tiempo se acelera conforme van pasando los años es uno de los mayores misterios de la percepción humana. En general muchos aseguran que la percepción que tenemos del tiempo varía en función de muchos factores, según los expertos. Las emociones, las enfermedades, la edad, lo placenteras o tediosas que sean las actividades con que llenas ese tiempo, la cantidad de acciones que realizas en un día… son algunos de los elementos que ayudan a modular esta noción del tiempo, pero lo cierto, es que para mí va muy de prisa y aún queda mucho aparentemente por hacer, aunque lo único que debe preocuparnos es estar haciendo la voluntad de Dios a cada momento.

Y hablando de hacer la voluntad de Dios, voy al evangelio que la liturgia del día de hoy nos presenta. Se trata del relato tan conocido como el del joven rico (Mc 10,17-27). Un encuentro que se da entre un joven que se acerca a Jesús y le pregunta qué debe hacer para alcanzar la vida eterna. De entrada podemos decir que el joven parece sincero. ¿Tal vez un poco demasiado seguro de su bondad: «todo eso lo he cumplido desde muy joven»? Jesús le mira con afecto, con esa mirada que tanto impresionó siempre a sus seguidores: la mirada de afecto al joven de hoy o la de ira a los que no querían ayudar al enfermo en sábado, o la de perdón a Pedro después de su negación. Al joven le propone algo muy radical: «una cosa te falta: anda, ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después ven y sígueme». El joven se retira pesaroso. No se atreve a dar el paso y no quiere seguir la voluntad de Dios que le propone, en Cristo, dejarlo todo para seguirle.

Jesús, de este acontecimiento, saca una lección que sigue siendo válida hasta nuestros días: los ricos, los que están demasiado apegados a sus bienes, no pueden acoger el Reino: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja...». La sentencia deja sin piso a los discípulos que tienen otra idea sobre el Reino y la riqueza. Por eso preguntan ¿quién podrá salvarse? Pero Jesús aclara la situación con otra sentencia: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios» y de esta manera deja a los discípulos en una actitud de apertura y disponibilidad total frente a la voluntad del Padre. Nuestro Padre Celestial sabe en qué condiciones maduran y crecen nuestras almas. Sabe cuáles son las mejores cosas para combatir nuestras debilidades. Sabe también cuáles son los pasos a seguir para evitar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro camino y que nos quieren retener, como al joven rico. Pero sobre todo, sabe cómo deben ser purificadas y transformadas nuestras almas para que podamos hacer su voluntad como María Santísima la hizo. Pidámosle a ella que nos ayude y que no se nos escurra el tiempo como tiempo perdido, sino que avancemos buscando y haciendo siempre la voluntad de Dios. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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