El evangelio que la liturgia de la palabra nos presenta hoy en misa (Mc 9,41-50) es fuerte. Quiero tomarlo para nuestra reflexión. El texto nos invita, definitivamente, a tomar una actitud resuelta, incluso radical, expresada con imágenes casi agresivas por nuestro Señor: «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela» (Mc 9,43). Si hemos visto, en efecto, que la negligencia aplaza la conversión y posterga una y otra vez las decisiones que habría que tomar, la solución no puede ser otra que aquello que nos quiere decir Jesucristo detrás de estas palabras: ¡Actúa ya! ¡Corta de tajo! ¡Muévete hacia el bien!.
Este evangelio se puede decir que va en paralelo con aquel otro pasaje, de lenguaje menos duro pero con igual sentido, en que el Señor nos enseña: «Todo sarmiento que en mí no da fruto, mi Padre lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto» (Jn 15,2). Esa «poda», de la que habla Juan, es lo mismo que nos enseña Marcos hoy: hay que quitarse las cosas que estorban, soltarse de los apegos, deshacerse de complicaciones, alejarse de algunas relaciones y personas tóxicas que no nos ayudan a vivir con plenitud el Evangelio.
Detrás de este cortar, detrás de esta poda hecha por Dios o iniciada por nosotros mismos, hay una doble y noble motivación: necesitamos ser libres, necesitamos tener un solo Señor, necesitamos caminar ligeros de equipaje para seguir al Señor de cerca. El camino es largo y los discípulos–misioneros de Cristo hemos de gozar de agilidad y holgura para evadir obstáculos, reconocer los dardos enemigos y conquistar para Dios la victoria imperecedera. Pidamos a María que nos de la valentía para «cortar» todo aquello que nos aleja de los planes de Dios para nuestra vida. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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