domingo, 27 de febrero de 2022

«Frutos de misericordia»... Un pequeño pensamiento para hoy

La temática de nuestra reflexión para este día girará en torno a la práctica de la misericordia porque especialmente el Evangelio de hoy es el tema que propone (Lc 6,39-45). Puesto que el Padre es misericordioso, los discípulos–misioneros de Jesús, que somos sus hijos en él, debemos parecérsele, proceder a su manera y ser misericordiosos como él. La misericordia, necesaria consecuencia de la cualidad de «hijos», se impone a los cristianos por un segundo motivo: por ser todos nosotros los beneficiarios del perdón divino. ¿Cómo, siendo nosotros perdonados, podríamos proceder con el prójimo de forma distinta que con misericordia?

Cada hombre vale lo que vale su corazón, y el corazón aparece en lo que habla la boca y en los frutos de la vida. Nuestros frutos deben ser de misericordia y compasión, viendo y trabajando en nuestros propios defectos y deficiencias antes de juzgar a los demás. Al auténtico discípulo–misionero de Jesús se le reconocerá lo mismo en sus palabras que en sus obras, especialmente en las obras de misericordia que en nombre de Dios realice en la vida ordinaria de cada día. El discípulo–misionero de Jesús ha de tener, por lo tanto, su propia manera de ser: la de un bautizado, que se ha revestido de Cristo. Todo lo que dice, como todo lo que hace, le compromete a él y compromete también a Cristo y a la Iglesia en este dinamismo de la misericordia: «El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en corazón» nos dice hoy el evangelista.

A los hombres nos pasa como a los árboles: se nos conoce por los frutos. Jesús nos invita, por eso, a que no valoremos al hombre por las apariencias, que son frecuentemente engañosas, sino por lo que hace, por su ser misericordioso. Lo que no contribuye al bien del prójimo —de todos, en especial de los más débiles— no es de Dios. Si las palabras siguen una dirección y la vida otra, la segunda es la que nos revela el corazón del hombre, sus opciones preferidas, sus verdaderos intereses. Las palabras son a menudo una tapadera, un engaño. Para Jesús las obras terminan brotando espontáneamente de la realidad interior del ser humano. Pidamos, por intercesión de María, Madre de misericordia, que dando siempre frutos buenos, mostremos la misericordia de Dios y la demos al mundo entero. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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