No se nos está invitando a no trabajar y a no prevenir el futuro. Pero sí nos conviene un poco de ese sabio escepticismo ante las posibles sorpresas de la vida, sin entusiasmos exagerados, que no nos pueden llevar más que a desengaños y disgustos. Hemos de ser generosos en el trabajo, disponibles a todo, pero poniendo cada día de nuestra vida en manos de Dios. «Si Dios quiere».
Ciertamente que hay que ser un buen «comerciante», o un buen «agricultor», o un buen «profesor», o una buena «ama de casa» o un buen «obrero u obrera especializados» o un buen técnico industrial. Hay que saber administrar cada uno sus «asuntos». Pero no podemos olvidar que la vida es corta y que estamos en las manos de Dios. Bien lo dice Santiago la vida es «una nubecilla que se ve un rato y luego se desvanece». Tenemos que recordar que la riqueza se pudre, los vestidos se apolillan, el oro y la plata se los come el hollín. En resumidas cuentas, lo que realmente vale no es la riqueza que se pueda acumular o los planes egoístas que se puedan hacer, sino la confianza puesta en Dios como la puso María Santísima y los santos. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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