El Sacramento de la Unción de Enfermos confiere al cristiano una gracia especial para enfrentar las dificultades propias de una enfermedad grave o la vejez. Se le conoce también como el «sagrado viático», porque es el recurso, el «refrigerio» que lleva el cristiano para poder sobrellevar con fortaleza y en estado de gracia un momento de tránsito, especialmente el tránsito a la Casa del Padre a través de la muerte. Lo esencial de este sacramento consiste en ungir la frente y las manos del enfermo acompañando esto con una oración litúrgica realizada por el sacerdote o el obispo, únicos ministros que pueden administrar este sacramento que van a donde se encuentra el enfermo o el anciano y unge, es decir, unta con óleo sagrado —el óleo es un aceite de oliva que es bendecido por el Obispo el jueves santo en la misa Crismal— la frente y las manos del enfermo y dice la siguiente oración: «Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo para que libre de tus pecados te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».
Algo importantísimo de este sacramento, es que une al enfermo a la Pasión de Cristo para su bien y el de toda la Iglesia; obtiene consuelo, paz y ánimo; obtiene el perdón de los pecados —si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la reconciliación—, restablece la salud corporal —si conviene a la salud espiritual— y prepara para el paso a la vida eterna, tomando en cuenta que la enfermedad puede ser también algo que nos ayuda a preparar mejor nuestra alma para dar cuenta a Dios de nuestra vida. Jesús quiso dejarnos este sacramento para vivir mejor estos momentos. Mucha gente piensa que este sacramento debe darse solamente cuando ya sé esta muriendo la persona, pero la Iglesia recomienda que se reciba al comienzo de la enfermedad, para que la persona lo reciba con lucidez, o sea, que sé de cuenta, y con fervor, porque la unción ayuda también si así Dios lo quisiera, para curar la enfermedad. Demos gracias por este sacramento y pidámosle a María, Salud de los enfermos, que no nos falte el auxilio sacramental cuando lo necesitemos. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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