lunes, 14 de febrero de 2022

«La carta del apóstol Santiago»... Un pequeño pensamiento para hoy

Estos días, a partir de hoy, se estará leyendo como primera lectura de las misas de entre semana, la carta del apóstol Santiago, así que hoy quiero traer a colación algunas cosas sobre la misma y su autor. Esta carta se atribuye a «Santiago, el hermano del Señor», es decir, un familiar próximo de Jesús. Es, ciertamente, un cristiano de origen judío, que, como los mejores fariseos, continúa siendo muy celoso de la Ley y de las obras. Este es el escrito del Nuevo Testamento que denota un gran parentesco con el Evangelio de san Mateo, aun cuando se traten temas que son comunes a todos los escritos apostólicos; se encuentran en esta carta, entre otras cosas, una especie de ecos del Sermón de la montaña. La carta de Santiago recuerda, al igual que el Evangelio de san Mateo, que la Ley educa para la libertad (St 2,12). A su manera es un verdadero camino (St 2,8) para los que buscan la perfección. Uno de los puntos de esta carta que más ha llamado la atención es la insistencia muy fuerte de Santiago en la inutilidad de la fe que no se traduce en obras (St 2,14-26). 

Más que una carta, podemos decir que es una exhortación homilética sobre el estilo de vida que deberían llevar los seguidores de Jesús. El punto inicial de este escrito sagrado nos pone en guardia, amonestándonos sobre el posible engaño de entender la vida en fe como un paseo triunfal por la vida, sin dificultades a superar. Como si quien recibe el don de la fe ya lo tuviera todo seguro y fácil. Sus consignas son muy concretas, sacuden el excesivo conformismo y son de evidente actualidad para nuestras comunidades de hoy como iremos viendo: la fortaleza ante las pruebas, la relatividad de las riquezas, la no acepción de personas. Todo esto viene muy bien para meditar hoy, que tanto en México como en otros lugares se celebra el día del amor y de la amistad. Santiago nos ayuda a meditar en la amistad con Cristo.

Hoy la lectura comienza con los primeros versículos del primer capítulo (St 1-11) y de entrada, nos encontramos con el clima de las bienaventuranzas que nos hacen uno con Cristo. «Felices...» «Los que lloran, los perseguidos, los que sufren las pruebas». No nos quedemos sólo con la segunda parte. Se trata ante todo de felicidad, de dicha y gozo perfectos. Muchos otros, como san Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, después de Jesús y de Santiago, tomarán de nuevo ese tema y propondrán la «dicha» perfecta a los que sufren, recalcando que Jesús quiere nuestra «felicidad», Jesús nos quiere «dichosos». Podemos sacra muchas enseñanzas de esta carta, entre otras está el saber aprovechar las pruebas de la vida, que nos van haciendo madurar en la fe; el dirigir con confianza y perseverancia nuestra oración a Dios; el no estar orgullosos precisamente de las riquezas, si las tenemos, porque son flor de un día. En fin, sigamos estos días, de la mano de María, que es siempre dichosa, la lectura de la carta del apóstol Santiago con mucha atención. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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