Más que una carta, podemos decir que es una exhortación homilética sobre el estilo de vida que deberían llevar los seguidores de Jesús. El punto inicial de este escrito sagrado nos pone en guardia, amonestándonos sobre el posible engaño de entender la vida en fe como un paseo triunfal por la vida, sin dificultades a superar. Como si quien recibe el don de la fe ya lo tuviera todo seguro y fácil. Sus consignas son muy concretas, sacuden el excesivo conformismo y son de evidente actualidad para nuestras comunidades de hoy como iremos viendo: la fortaleza ante las pruebas, la relatividad de las riquezas, la no acepción de personas. Todo esto viene muy bien para meditar hoy, que tanto en México como en otros lugares se celebra el día del amor y de la amistad. Santiago nos ayuda a meditar en la amistad con Cristo.
Hoy la lectura comienza con los primeros versículos del primer capítulo (St 1-11) y de entrada, nos encontramos con el clima de las bienaventuranzas que nos hacen uno con Cristo. «Felices...» «Los que lloran, los perseguidos, los que sufren las pruebas». No nos quedemos sólo con la segunda parte. Se trata ante todo de felicidad, de dicha y gozo perfectos. Muchos otros, como san Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, después de Jesús y de Santiago, tomarán de nuevo ese tema y propondrán la «dicha» perfecta a los que sufren, recalcando que Jesús quiere nuestra «felicidad», Jesús nos quiere «dichosos». Podemos sacra muchas enseñanzas de esta carta, entre otras está el saber aprovechar las pruebas de la vida, que nos van haciendo madurar en la fe; el dirigir con confianza y perseverancia nuestra oración a Dios; el no estar orgullosos precisamente de las riquezas, si las tenemos, porque son flor de un día. En fin, sigamos estos días, de la mano de María, que es siempre dichosa, la lectura de la carta del apóstol Santiago con mucha atención. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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