Al reflexionar en este pasaje, descubrimos que también recibimos la gran consigna de Dios: «Éste es mi Hijo amado: escúchenlo». Cada vez que participamos en la Eucaristía, en nuestra celebración eucarística escuchamos la Palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento y los del Nuevo Testamento, y más en concreto la voz de Cristo en su evangelio. Pero, ¿escuchamos de veras a Jesús como al Maestro, como a la Palabra viviente de Dios? ¿le prestamos nuestra atención y nuestra obediencia? ¿comulgamos con Cristo Palabra antes de acudir a comulgar con Cristo Pan? Nuestra actitud ante la Palabra debería ser la de los modelos bíblicos: «habla, Señor, que tu siervo escucha» —Samuel—, «hágase en mi según tu palabra» —María—, «Señor, enséñame tus caminos» — el salmista—. La voz que se escucha revela a los discípulos la identidad de Jesús (cf. Mc 1,11) y refrenda su enseñanza. A él es al único a quien deben escuchar (cf. Dt 18,15.18). Qué importante es acatar que el Padre misericordioso a nosotros también nos dice: «¡Escúchenlo».
Jesús va buscando ser cada vez más concreto con sus seguidores. Escoge a Santiago, a Pedro y a Juan para enseñarles que además de entregarse y seguir el camino de la cruz, para el discípulo–misionero, se hace necesario una decidida transformación por dentro. Con esto, también quiso decir a la gente de su tiempo que todo aquel que pretenda seguirlo debe adquirir un nuevo ser. Por otro lado, como esta transformación era algo muy personal para Jesús, encontró oportuno, en un momento de oración con sus discípulos, el que ellos pudieran palpar directamente el proceso que él vivía por dentro al realizar la voluntad del Padre. En nuestra vida comunitaria la Transfiguración se puede vivir en el día a día, si además de negarnos a la búsqueda de intereses propios y seguir el camino de la cruz, optamos por asumir una fe más humanizada escuchando a Jesús; ello produce una nueva forma de vivir la realidad, renueva las energías y facilita la adquisición de una manera distinta del sentir y el obrar a Dios por dentro: nos transfigura. Que María Santísima, que escucho fielmente la Palabra, interceda por nosotros para que escuchemos. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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