Herodes encarna el poder que se vuelve ciego por el desenfreno y la pasión, al que no le importa nada sino satisfacer sus deseos a costa de lo que sea. Este personaje es, en nuestros días, un reflejo de todos aquellos que, atrapados por la mundanidad —como dice el Papa Francisco— olvidan toda clase de valores y se sumergen en un agrio relativismo. Herodías, por su parte, se alía con el poderoso, y su unión criticada por el Bautista, engendra el odio en la pareja de opresores y generan la muerte en la persona del precursor. Juan anuncia la injusticia y su martirio es testimonio de lucha, pero también anuncio para los seguidores de Jesús. El evangelista de forma sutil pero clara anuncia la suerte que correría Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible suerte que correrían el grupo de sus discípulos si se comprometían con seriedad y dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino y de la necesidad de un cambio de vida para asumir la causa proclamada por ellos. Juan como los profetas antiguos había llegado a la pena capital por haber predicado contra la vida de prostitución y de desorden que vivían los de su pueblo, en especial los del palacio.
Ser fiel, nos enseña san Marcos al narrar este pasaje, es no dejarse amordazar por el miedo; seguir adelante con la misión encomendada de predicar. No callar ante el poder amenazante. Cualquiera podía sospechar el precio de esta actitud. El historiador judío Flavio Josefo, que vivió a lo largo del siglo I Después de Cristo, confirma las noticias de Marcos sobre el asesinato de Juan Bautista; incluso señala el lugar de la ejecución: la fortaleza de Maqueronte, al otro lado del Mar Muerto. Solo que no menciona las circunstancias familiares de que habla el evangelista. En todo caso estamos ante un profeta asesinado por los poderes de este mundo. Ante la Palabra de Dios que los injustos quieren silenciar. Esto, para nosotros, es toda una invitación a ser valientes, a ser fieles, a perseverar y llegar al martirio si es preciso. Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser valientes como Juan y como el mismo Cristo. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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