martes, 30 de noviembre de 2021

«En la fiesta de San Andrés»... Un pequeño pensamiento para hoy


Casi iniciando el Adviento, hacemos un espacio para celebrar al apóstol San Andrés, el hombre que, junto a San Juan el evangelista, tuvo el honor y el privilegio de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús (Jn 1,35-51) y de llamar de inmediato a su hermano Simón —San Pedro— para seguir a Jesús. Sin embargo, el evangelista San Mateo, de donde se toma el fragmento del Evangelio que en Misa se lee hoy (Mt 4,18-22), es más escueto y nos dice simplemente que fue llamado junto a Pedro, seguidos por Santiago y Juan. La Escritura también nos dice que el día del milagro de la multiplicación de los panes, fue San Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes y los dos peces (Jn 6,1-15). Este santo apóstol presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por uno, sus maravillosos sermones, viviendo junto a él por tres años. En el día de Pentecostés, San Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y prodigios. La tradición coloca su martirio el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.

¿Qué te dice esta fiesta? ¿Qué te deja en el corazón la celebración de la fiesta de uno de los Apóstoles? Tenemos que ser conscientes de que a nosotros también el señor nos ha llamado y nos ha hecho partícipes de muchos milagros que diariamente acontecen en nuestro vivir. Si aquellos primeros llamados, dejaron la barca y lo siguieron, hay que ver qué es lo que nosotros tenemos que dejar para seguir al señor más de cerca de acuerdo con nuestra vocación específica. En la antífona de la comunión, de la Misa de hoy, la liturgia se va al Evangelio de San Juan al que hice referencia ya desde el inicio de esta reflexión y nos dice: «Andrés dijo a su hermano Simón: Hemos encontrado al Mesías, que quiere decir “Ungido” y lo llevó a donde estaba Jesús». Cada uno de nosotros, llamados por Cristo, somos a la ves enviados por Él a llamar a otros en su nombre para que le sigan. Con razón la beata María Inés Teresa no se cansaba de repetir: «Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero». Y es que esa es nuestra tarea, corresponder al llamado transmitiendo la llamada a otros para crezca el número de discípulos–misionero de Cristo. ¿Habrá trabajo más valioso que este?

No podemos olvidar que, aunque hacemos un espacio especial para celebrar a San Andrés, estamos en nuestro camino de Adviento y este andar marca nuestra tarea de buscar más intensamente al señor para prepararnos a celebrar nuevamente el gozo de la Navidad y para alistarnos para su segunda venida que será el día menos pensado. En este Adviento cumplamos nuestra tarea misionera de acercar al Señor a otros, ayudemos a muchos de nuestros hermanos a que el Adviento no se convierta solamente en un espacio de tiempo para comprar y adornar lo externo, sino para cultivar la fe en el corazón, recordando lo que hoy nos dice la primera lectura de la Misa (Rm 10,9-18): «La fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo». Si queremos que nuestra fe crezca y celebremos así nuevamente el nacimiento de Cristo en nuestro corazón, no nos cansemos de predicar. Pidamos a María Santísima que nos haga partícipes, con Ella y San José de la espera de la llegada de Cristo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario