En este texto aparecen en escena primeramente los letrados y fariseos, hombres de muchas leyes y largos rezos que eran exploradores sin escrúpulo de las pobres viudas. Haciendo ostentación de su saber y de su piedad deslumbraban a la gente sencilla, siendo las viudas indefensas y piadosas las víctimas más frecuentes de estos estafadores. Por eso Jesús denuncia el engaño y abre los ojos a los incautos. Enseguida aparece la mujer que protagoniza hoy el Evangelio, junto con Cristo, que es una persona pobre e insignificante. No sabemos ni siquiera su nombre pero nos ocuparemos de ella para que nos ayude a reflexionar. Era viuda y tenía, por consiguiente, una situación difícil. Frente a ella están los ricos echando abundantemente en la bandeja del Templo y pasando desapercibidos para la mirada de lince de Cristo. Pero, de repente, entre las espléndidas limosnas, «dos moneditas de poco valor», tintinearon con un sonido especial. Era el don de la viuda, que, al echar esas dos moneditas insignificantes en la bandeja del Templo en el que creía y confiaba, se quedó sin nada. Y algo sonó en el corazón de Cristo, que acusó el impacto y quiso en seguida que ese impacto lo captasen los suyos, para que jamás olvidaran lo que, a los ojos de Dios, era verdaderamente interesante.
«Les aseguro -les dice a los discípulos- que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos... porque ha echado todo lo que tenía para vivir». Así, podemos hablar de una mujer que ha llegado como una flecha punzante y penetrante hasta el corazón de Dios. Una mujer desconocida que merece, en la Escritura, los honores de una primera página en Tecnicolor. Una mujer poco llamativa, posiblemente arrugada, envejecida, agobiada por tantos y tantos problemas como su vida difícil de viuda le deparaba. Una mujer que ha atravesado el tiempo para llegar hasta nosotros sin necesidad de redes sociales para apantallarnos con su ejemplo espléndido. No importa que no sepamos quién era. Lo verdaderamente interesante es que esa mujer fue, por un momento, protagonista de una historia vivida con Dios y cumplió perfectamente su papel en ella como nosotros debemos cumplir nuestro papel. Que María Santísima, que también pasó desapercibida para muchos en aquellos tiempos, nos ayude. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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