lunes, 15 de noviembre de 2021

«El ciego del camino»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy (Lc 18,35-43) está confeccionado por una narración, que también la cuentan san Marcos y san Mateo a su manera, sobre la curación de un ciego. Jesús va de camino hacia Jerusalén y llega a Jericó. Antes de entrar en la ciudad, refiere san Lucas, encuentra a un hombre ciego sentado junto al camino que se entera de que algo está sucediendo por el barullo que escucha. Pregunta el por qué de tanta algarabía y le dicen que Jesús el nazareno está pasando por allí. El hombre, que seguramente había escuchado quién era Jesús, comenzó a gritar vociferando: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús le devuelve la vista y el suceso da ocasión para dar gloria a Dios.

Estamos, así, situados claramente ante un relato de un milagro, el último de los realizados por Jesús a lo largo de su viaje a Jerusalén. La curación de este ciego expresa la realización del programa que Jesús presentó en la sinagoga de Nazaret al aplicarse el texto de Is 61. Él ha venido, en efecto, a «dar vista a los ciegos». Este relato del ciego de Jericó es un relato muy sintético y simbólico de una conversión. El ciego, sin fe, clama por su curación. A pesar de las dificultades, grita más y más, hasta que consigue ser atendido por el Mesías. La luz en los ojos, símbolo de la fe, le proporciona una nueva forma de ver, de entender el mundo y a sí mismo —eso es la fe—, lo que le lleva eficazmente al seguimiento de Jesús. Es hermoso ver que, aunque Jesús ve la condición en la que aquel hombre se encuentra le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?», de manera que deja que aquel ciego exprese, por él mismo, su necesidad: «Señor, que vea». Y Jesús, de inmediato, hace que, en automático, recobre la vista gracias a su fe: «Recobra la vista; tu fe te ha curado». Pero hay aquí algo más... al ciego le ayudaron otros a identificar a Jesús, le explicaron quién era el que iba pasado.

Esto da pie a una reflexión que podemos hacer a base de preguntas: ¿Somos de los que ayudan a que alguien se entere de que está pasando Jesús por sus vidas? ¿o más bien de los que no quieren oír los gritos de los que buscan luz y ayuda porque ya estamos conformes de tener a Jesús para nosotros? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que imitarle en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino? ¿sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver? ¿o sólo nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan? Sí, como ven, la reflexión de hoy es corta pero muy profunda y comprometedora. Quedémonos con estas preguntas y pidamos a María Santísima que nos asista como Madre y maestra para que podamos ver las necesidades de los demás y los acerquemos a Jesús. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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