El administrador infiel que aparece en el Evangelio, se las ingenia para resolver su futura situación de indigencia. El Señor da por supuesta, pues era evidente, la inmoralidad de tal actuación —pues dice que es un «mal» administrador, es decir, injusto— pero resalta y alaba, sin embargo, la agudeza y empeño que demuestra este hombre para sacar provecho material de su antigua condición de administrador. A la luz de este ejemplo viene nuestra reflexión, cuántas veces caemos en la excesiva confianza en Dios y creemos que él va a resolver nuestros problemas sin que nosotros hagamos ningún esfuerzo por solucionarlos. Dios pone los medios, y hay que usarlos con la misma sagacidad y el mismo esfuerzo que ponen los hombres en sus negocios materiales o en la lucha por hacer triunfar un ideal humano.
Trabajar con astucia por el Reino de Dios, como hijos de la Luz, nos debe llevar a buscar todos los medios necesarios, y a no perder oportunidad alguna para hacer que Cristo sea conocido y amado por toda la humanidad. Hay que preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a despojarnos de nuestras injusticias, y a socorrer a los necesitados con tal de ganar a todos para Cristo? ¿Estamos dispuestos, incluso, a entregar nuestra vida misma para que los demás tengan en Cristo Vida, y Vida eterna? Debemos ser imitadores de Cristo y de todos aquellos que viven un auténtico compromiso con el Señor y su Evangelio; sólo así podremos realmente convertirnos en un auténtico signo de salvación para todos. Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de saber unirnos fielmente a Cristo para colaborar en la comunicación del amor, del perdón y de la salvación a toda la humanidad. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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