Jesús tiene ojos para todos, y nos llama para estar a su lado sin importar nuestra condición. Zaqueo no era bien visto por su trabajo, pues como recaudador de impuestos trabajaba para el imperio romano y seguramente se había hecho rico al cobrar de más en las contribuciones que pedía. Mientras la gente veía el actuar de este personaje, el Señor Jesús veía el anhelo de su corazón en querer cambiar de vida y por eso se invita a su casa. Esta decisión de Jesús, de quedarse en la casa del jefe de los publicanos provocó, como nos narra el evangelista, las más agrias reacciones. Todos los que se creían Israelitas santos y puros no dieron crédito a su ojos: ¡un profeta y maestro duerme en la casa del mayor de los pecadores!
Pero lo más importante, lo que debemos guardar de este relato es que Jesús ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo» (Lc 19,10). Esta es la clave del relato. Zaqueo ha sido reintegrado a la casa de Israel. La conversión de Zaqueo en el evangelio ejemplifica el camino de la conversión del rico, del egoísta, del acaparador, del que se siente autosuficiente: comienza con el deseo de conocer a Jesús de cerca; continúa cuando el rico se junta al pueblo que busca a Jesús y luego lo acoge en su casa. Y se completa cuando Zaqueo comparte sus bienes devolviendo con creces lo que robó: «doy la mitad de mis bienes a los pobres» y «restituiré cuatro veces más lo que he robado». Cierto que aquella resultó una cena muy cara para Zaqueo, pero realmente liberadora. Todo encuentro con Jesús es encuentro de conversión. La práctica de Jesús rompe la separación social y cultual entre justos y pecadores; recrea la comunión entre las personas sobre otras bases. El amor liberador y salvador del Padre es para todos. Pidamos al Padre, por mediación de María Santísima, que nos dejemos abrazar por Jesús y sigamos en el camino de conversión. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario