En 1915, el papa Benedicto XV concedió a todos los sacerdotes el derecho a celebrar tres Misas en este día, con la condición de que una de las tres se aplique libremente, la segunda Misa se dedique a todos los fieles difuntos y la tercera se celebre según la intención del Sumo Pontífice. La liturgia propone, por eso, tres Misas para este día, todas ellas orientadas a resaltar el misterio pascual, la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, y, por lo mismo, hay tres evangelios en los que hoy se puede meditar: Jn 12,23-28; Mt 25,31-46 y Jn 6,51-58. San Juan en el capítulo 12 nos invita a pensar en el grano de trigo que, si no muere, queda infecundo. San Mateo, en el capítulo 25 nos invita a la reflexión de las obras de misericordia que nos ayudarán a alcanzar la salvación. Finalmente, san Juan en el capítulo 6 nos habla de la vida eterna que nos alcanza el comer el Pan de Vida que es Jesús. Así que más allá de nuestra manera personal de evocar a los seres queridos que ya han muerto y recordarlos en este día, hemos de preguntarlos a la luz de la Palabra de Dios: ¿Cuál es el sentido cristiano de este día? ¿Qué luz nos viene de la Palabra de Dios? Creo que podríamos vivirlo como un día de acción de gracias y de petición.
Algo importante de este día es tener presente que la conmemoración de los difuntos no consiste tan solo en recordar a los que ya no están, sino que también nos indica que la muerte es un puente que nos espera al final de la vida y que nos conducirá a la otra orilla a la que todos estamos destinados. Es una ayuda para no dejar que tantas cosas de la vida del mundo nos agobien, olvidando que todo pasa, pero que Dios permanece. Un día, así lo esperamos, será a nosotros a quienes otros nos recuerden. Pidamos al Señor, por intercesión de María, que nos brinde la gracia de no perder nunca la memoria, de no esconder nunca la memoria, la memoria de una persona, la memoria familiar, la memoria del pueblo y que nos dé la gracia de la esperanza, porque la esperanza es un don suyo: saber esperar, mirar al horizonte y prepararnos cada día para un buen morir. ¡Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua! ¡Descansen en paz, así sea! ¡Que el alma de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz!
Padre Alfredo.
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