Adviento es un tiempo de esperanza y de alegría, de salvación. También de espera, de preparación y esfuerzo vigilante, como digo, en una espera dinámica. Desde la fe parece claro, para todo creyente, que viene Dios. Pero hay una cuestión importante, si miramos a nuestro entorno y a nuestra sociedad, aún en medio de este clima de pandemia en el que aún estamos y siempre en zozobra, esa venida de Dios se hace problemática: ¿de verdad viene Dios a nuestra sociedad?, ¿de verdad la gente de nuestros tiempos, la gente de hoy busca a Dios? Estamos ya en el tercer milenio, y la venida de Dios no aparece muy clara en el horizonte actual. Las tiendas se llenan de ofertas de artículos navideños «de adorno» y todo parece quedarse en eso, en «un adorno». Mucha gente parece estar pensando en la fiesta y no se da tiempo de pensar en la primera y en la segunda venida de Cristo. En muchas familias, el gran ausente del Adviento y de la Navidad es Jesús.
En este pórtico del Adviento, san Lucas, entre acentos que pueden parecer tremendistas, habla a los cristianos, dándonos un consejo. Y el consejo es éste: cuando parezca que todo se ha perdido y que hasta la naturaleza se desata incontroladamente, álcense, levanten la cabeza, porque se acerca su liberación (Lc 21,25-28). Es precioso el consejo del evangelista de hoy y la forma de expresarlo. No se puede decir con mayor exactitud cuál debe ser la postura de un cristiano ante cualquier acontecimiento que está por llegar. Es una postura recia, adulta, de cuerpo entero. Es la postura que adopta el hombre cuando está seguro de triunfar, y seguro está de eso San Lucas cuando, al indicar la postura, advierte: «está cerca su liberación». Por eso, de parte nuestra, bienvenido de nuevo el Adviento, tiempo de esperanza, tiempo de remoción de obstáculos, tiempo para ganar en madurez, para desterrar la modorra, para aprender a vivir de pie, con la cabeza levantada, deduciendo la salvación que se acerca. Vivamos este Adviento, tiempo de espera, de la mano de María. ¡Bendecido primer domingo de Adviento!
Padre Alfredo.
P.D. Hoy cumple años el único hermano de sangre que tengo, mi hermano Eduardo Antonio. Lo encomiendo a sus oraciones. ¡Muchas felicidades, Lalo!
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