lunes, 8 de noviembre de 2021

«Perdonar al hermano»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cada vez que me siento frente al ordenador —como le dicen los españoles a la computadora— para escribir el pequeño pensamiento, le pido a Dios su gracia para que me ilumine y lo que escriba «mal urdiendo» ideas, cosas que recuerdo, reflexiones de aquí y de allá y lo que del momento brota del corazón, nos ayude a reflexionar en su Palabra y sea a la vez de accesible lectura para todos. Si fácil no es hablar para todos a la hora de la homilía, tampoco lo es escribir con corrección. Fidelino de Figueiredo erudito literario portugués (1889-1967) decía: «La vida, la palabra y el pensamiento son inseparables; pensar y saber es querer decir y poder decir, porque lo que el hombre siente y piensa lo incorpora al mundo de las palabras. El juicio, pieza nuclear del pensamiento lógico, sólo existe en el cerebro del hombre por su traducción en frase». Así, con gusto comparto estas frases cada día. Pero en fin, entremos en materia, porque no sé de dónde me vino compartir todo esto. Hablemos del Evangelio de hoy, que está tomado de Lc 17,1-6 y toca, como siempre, un tema interesante.

El Evangelio nos dice hoy entre otras coas: «Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente perdónalo. Y si te ofende siete veces al día y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo». De esta manera, vemos que Jesús nos pide que perdonemos al hermano. Y ya sabemos que el perdón es algo esencial al cristianismo; pero también sabemos que es algo muy difícil, aunque el mismo Dios nos pone la muestra, porque nos perdona una y otra, y otra vez... ¿Cuántas veces te has confesado en tu vida y Dios te vuelve a perdonar? Estoy seguro que si no es que acabas de hacer la Primera Comunión, no te acuerdas. El amor «sin límites» a los hermanos es la característica propia del cristianismo, lo hemos heredado de nuestro Dios. Detengámonos ante ese título de «hermano» que hoy utiliza Jesús. ¡Los cristianos somos «hermanos»! Pero no somos personas perfectas. Somos pecadores. Por eso Jesús no ha pensado en una comunidad ideal y sin historia: explícitamente considera una comunidad en la que las personas se ofenden unas a otras... ¡hasta siete veces al día! Por mucho que se diga que es un número simbólico no deja de evocar una situación bastante «conflictiva». A la luz de esto, al ir iniciando una nueva semana laboral y académica, es bueno que cada uno nos preguntemos: ¿A quién tengo hoy que perdonar? ¿En qué «relación» he de procurar que nazca en mí un corazón nuevo, un corazón según Cristo? 

La beata María Inés Teresa decía con regularidad que cada día tenemos que vernos con ojos nuevos. No somos islas. Influimos en bien o en mal en los que conviven con nosotros. Si hay personas débiles, que a duras penas tienen ánimos para ser fieles, y nos ven a nosotros claudicar, contribuimos a que también ellas caigan. Si no acudo a la oración al empezar el día, si no bendigo los alimentos, si no ofrezco a Dios mi trabajo... también otros se sentirán dispensados y no lo harán. Al revés, si participo, a otros les estoy dando ánimos para que no falten. Y quien dice de la oración, dice de la conducta moral: si una familia está dando testimonio de vivir en cristiano, contra corriente de la mayoría, está influyendo en los ánimos de los demás. Mientras que, si cede a los criterios de este mundo, también a otros se les debilitarán los argumentos y fallarán. Pero, a todos esos que fallan, les hemos de perdonar y dar una y otra oportunidad de volver al redil. Cuando, preparándonos a comulgar, rezamos en el Padrenuestro lo de «perdónanos como nosotros perdonamos», parece imposible. Pero con la fuerza de la Eucaristía sí podrá suceder que a lo largo del día perdonemos al hermano una y otra vez. Pidamos a María Santísima que, como ella misma hizo con la beata María Inés Teresa, ponga en nuestros labios la palabra persuasiva que ablande los corazones. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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