miércoles, 30 de junio de 2021

«Los dos endemoniados y la piara de cerdos»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el relato evangélico de este día (Mt 8,28-34), Jesús libera a dos enfermos de su posesión diabólica en un milagro un poco misterioso. El relato es muy simbólico. El milagro ocurre en un país pagano, hay una posesión diabólica, se habla del cementerio como lugar de muerte, y hay un traspaso de los demonios a los cerdos, los animales inmundos por excelencia para la cultura del tiempo. Parece como si San Mateo quisiera acumular todos los grados del mal para recalcar después el poder de Jesús, que es superior al mal, al malo, y Jesús lo vence eficazmente. Los demonios reconocen al Mesías. 

El signo de Jesús no produce mucho efecto entre los habitantes del lugar, que más bien piden a Jesús que se marche. Le consideran culpable de la pérdida de una piara de cerdos dejándonos ver que no parecen querer que les cure de sus males sino que les interesa más otra cosa, lo material. Cada vez que rezamos el Padrenuestro pedimos a Dios: «Líbranos del mal» y cuando vamos a comulgar, se nos recuerda que ese Pan de vida que recibimos, Jesús Resucitado, es «el que quita el pecado del mundo». Pero, con ayuda de este relato, vemos lo complicado que resulta que la gente quiera librarse del mal. De todas maneras, a pesar de los obstáculos que se presenten, como seguidores de Cristo, como sus discípulos–misioneros, tenemos que saber ayudar a otros a liberarse de sus males. Jesús nos da a nosotros el equilibrio interior y la salud, con sus sacramentos y su palabra. Nosotros hemos de ser buenos transmisores de esa misma vida a los demás, para que alcancen su libertad interior y vivan más gozosamente su vida humana y cristiana.

Espiritualmente la lectura de este trozo del Evangelio nos puede servir para el bien, si todo lo leído lo aplicamos en plano moral, entendiendo que un alma encadenada por los demonios de los vicios no resiste a la claridad de la luz, de la gracia, y que, cuando se siente agitada por la verdad y la honradez, prefiere huir hacia campos de mayor inhumanidad, como en este caso son los cerdos. No olvidemos que la conversión o el cambio radical de vida es algo misterioso, necesitado de una gracia especial que rompa de modo fulminante la actitud anterior. Demos gracias al Señor, con María, por el equilibrio de vida, y pidamos gracia nueva, para salir victoriosos de nuestro abismo de pecado e inhumanidad. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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