jueves, 3 de junio de 2021

«La solemnidad de Corpus Christi»... Un pequeño pensamiento para hoy


La solemnidad del Corpus Christi nos invita a contemplar y adorar el Misterio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En la Eucaristía, el Señor se ha querido quedar real y permanentemente presente entre nosotros. Ciertamente que Jesús está entre nosotros de muchos modos, pero en la Eucaristía lo está de un modo eminente. La Eucaristía es el don por excelencia del Señor a su Iglesia, porque es el don de sí mismo. Gracias a la acción del Espíritu Santo, al proclamar el sacerdote las palabras de Jesús en la Última Cena sobre el pan y sobre el vino, estos se convierten como entonces en su Cuerpo y en su Sangre. Jesús se hace y está realmente presente en la Eucaristía en su divinidad y en su humanidad gloriosa. Con esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, la Iglesia muestra al mundo, que Jesucristo, lejos de abandonarnos, se ha quedado en el misterio de generosidad, fraternidad, amor, pasión, muerte y resurrección que es la Eucaristía. 

El documento del Concilio Vaticano II, Presbiterorum Ordinis, dice en el número 5 que el sacramento de altar «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». En la Eucaristía, Jesús mismo se hace alimento nuestro, nos da a comer su Cuerpo y a beber su Sangre para que tengamos «parte de su vida divina». Atravesando el umbral de la muerte, él se ha convertido en Pan vivo, auténtico maná, alimento inagotable por todos los siglos. El Evangelio de hoy nos revive el momento de la institución de la Eucaristía (Mc 14,12-16.22-26) y obviamente vale la pena leerlo y meditarlo. 

Celebrar esta fiesta, en el contexto de esta extendida pandemia por la que estamos pasando, tiene una connotación especial. Durante todo este tiempo hemos formado un solo cuerpo, en la familia como una verdadera «iglesia doméstica», en la oración, en la participación virtual de las Misas. Pero, también, hemos sido un solo cuerpo en la caridad, mediante la solidaridad de miles de voluntarios para dar de comer a los que perdieron el trabajo y que tienen hambre. Hemos aprendido a despojarnos de algunas cosas para ser solidarios. Estos gestos de solidaridad, propios de los que se alimentan de la fe en el Cuerpo de Cristo, contrastan radicalmente con lo que rechazamos y denunciamos a nuestro alrededor, un mundo obstinado en lo material que quiere hacer a un lado a Cristo, así que al celebrar esta fiesta no nos quedemos en el sentimiento. Dejemos que el Pan de vida actúe en cada uno de nosotros con la fuerza del amor. Que María Santísima, la Mujer eucarística quien engendró a su Hijo, sumo y eterno Sacerdote, interceda por nosotros en esta hora en que se nos regala el gran misterio eucarístico para difundir el amor y la solidaridad, junto con la justicia y la paz. ¡Bendecido Jueves de Corpus Christi!

Padre Alfredo.

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