Querer dar a Dios lo que le es debido supone necesariamente también que se dé al César lo que le pertenece. El Reino de Dios no es de este mundo en el sentido de que no es uno más entre los reinos terrestres; pero está en el mundo, en el sentido de que es extensible a todos los reinos de acá abajo. No se podrá, por tanto, ser auténticamente cristiano al margen de las realidades de este mundo, y todo intento de marginación desemboca al final en un estilo de vida que es también marginal al verdadero Dios. Por ejemplo, en México tendremos el próximo domingo la jornada electoral para elegir muchos cargos públicos entre los cuales hay gobernadores, alcaldes y diputados. La forma en que el discípulo–misionero de Cristo vive su fe en el discurso público, es predominantemente a través del voto y por eso el creyente tiene la obligación moral de saber elegir. En su documento Evangelii Gaudium, en el número 183, el Papa Francisco anota: «Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos», así que a dar al César lo que es del César yendo a votar.
La política es un aspecto importante de la vida de los hombres en sociedad: es a este nivel más amplio que se toman las decisiones más importantes que interesan a la vida y al desarrollo completo del conjunto de los ciudadanos. El Papa y los obispos no dejan de recordarnos que ningún cristiano debe quedarse al margen. Sobre un asunto tan grave... en un momento tan crítico... dentro de un contexto ambiguo de recelo en que se busca enredarlo todo habría que preguntarse: ¿cuál sería la actitud de Jesús? Y salir a votar con fe. Que María Santísima nos ayude a abrir siempre los ojos y el corazón para saber dar lo mejor tanto a Dios, como al César desde nuestra condición de bautizados. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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