Así, Jesús nos hace ver que estamos llamados a reconocer la presencia y acción de Dios en nuestra vida, en nuestra historia. La proposición de Jesús es muy clara y evidente: él nos invita a seguirle abandonándonos a la providencia amorosa de Dios nuestro Padre, a todos, nos dice hoy «no estén, ni anden agobiados…». Esto sólo se entiende si el Reino de Dios llega a ser el centro de todas nuestras preocupaciones, porque el Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya un compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro, lo que para nuestros días pareciera tener plena y absoluta vigencia.
Y es que, como sociedad consumista, vivimos demasiado preocupados, siempre con prisas por las cosas materiales. Podríamos ser igualmente eficaces, y más, en nuestro trabajo si nos serenáramos, si no perdiéramos la capacidad de lo gratuito, si supiéramos, de cuando en cuando, «perder tiempo» con los nuestros, y no empezáramos a sufrir por adelantado por cosas que no sabemos si nos pasarán mañana: «a cada día le bastan sus propios problemas». Pidamos este día, con insistencia y de la mano de María, que nos dejemos enseñar por Jesús para buscar lo principal y no lo accesorio. Que cada día demos importancia a lo que la tiene, y no dejarnos deslumbrar por necesidades y valores que no valen la pena. Sobre todo, que busquemos «el Reino de Dios y su justicia». Lo demás vendrá por añadidura. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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