El segundo tema es la oración (Mt 6,5-6). Las palabras de Jesús sobre la oración, en este pasaje, siguen el mismo esquema que las referentes a la limosna. La oración en público la hacían los judíos en determinados momentos del día; los que eran piadosos se detenían en cualquier lugar en donde se encontraban y recitaban de pie las oraciones, llamando la atención de los que les rodeaban. La instrucción positiva: «entra en tu cuarto», tiene como significado extremar con imágenes la actitud correcta en la oración, ya que ésta puede convertirse en un recurso para mostrarse como piadoso ante los demás y eso no debe ser. La oración debe dirigirse a Dios que recompensará la oración correcta. El hecho de que el Padre sepa lo que necesita el que ora, muestra que la oración dispone al hombre para recibir los dones que Dios quiere concederle.
El tercer tema que Jesús toca es el ayuno (Mt 6,16-18). En el Antiguo Testamento el ayuno aparece relacionado con el luto o con el arrepentimiento. En la ley solo se prescribe el ayuno del día de la Expiación. El ayuno consistía inicialmente en abstenerse de alimentos durante todo el día. La desfiguración del rostro formaba parte del ritual del duelo y el luto. Para desfigurarse, la persona tomaba sobre sí el «saco y las cenizas». Estas cosas son reprobadas por Jesús por ser mera exhibición externa. En cambio, los discípulos–misioneros, desde aquel entonces, cuando ayunamos, nos debemos perfumar la cabeza y lavar la cara, porque lavarse y ungirse era la manera de prepararse para un banquete, no eran signos de duelo y aflicción. Es interesante que las advertencias de Jesús siguen siendo válidas en un mundo donde muchas veces la religiosidad sirve para algunos que se quieren lucir, para enmascarar el olvido de Dios y de la justicia del Reino y quedarse solamente en ritos exteriores. Que María Santísima nos ayude a vivir etas tres prácticas como deben ser. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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