sábado, 26 de junio de 2021

«Jesús curaba a todos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El episodio del Evangelio de hoy (Mt 8,5-17) es conocido por los dos milagros que obra Jesús, el primero en favor del criado de un centurión y el segundo, el de la suegra de Pedro. Contemplar el primer milagro de estos dos es hermoso porque nos deja claro que la gracia no depende de si uno es judío o romano: sino de su actitud de fe. Y el centurión pagano que allí aparece, da muestras de una gran fe y humildad. Jesús alaba su actitud y lo pone como ejemplo: la salvación que él anuncia va a ser universal, no sólo para el pueblo de Israel. Ayer veíamos en la reflexión que curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero. Jesús transmite la salvación de Dios como y cuando quiere.

Con el centurión dialoga, es una forma de llegar con la gracia, pero el silencio también es importante en la relación con Dios, ya que en el caso de la suegra de Pedro, Jesús no dice nada, sencillamente, la toma de la mano y le transmite la salud: «desapareció la fiebre» dice el relato. El Evangelio dice que ella se encuentra postrada en cama y con fiebre y que esta fiebre le impide toda actividad y en particular el servicio a los demás, característica de los que siguen a Jesús, servicio que ejercerá apenas la fiebre desaparezca. Liberar de la fiebre significa aquí capacitar para el servicio, para el seguimiento, para asumir la causa de Jesús en la construcción de su Reino a través del amor entre los miembros de la comunidad.

Jesús sigue ahora con nosotros, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con los males que nos aquejan. Él sigue cumpliendo la definición ya anunciada por Isaías y recogida en el Evangelio de hoy: «Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores». Jesús quiere curarnos a todos de nuestros males, nos quiere tomar de la mano, o decir su palabra salvadora, o simplemente tocarnos y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como. Hoy es sábado, no olvidemos que los sábados de una manera especial la Iglesia recuerda a María la Madre de Dios y Madre nuestra. A ella pidámosle este día que seamos dóciles a Jesús que nos quiere curar para que le sirvamos como discípulos–misioneros. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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