Con el centurión dialoga, es una forma de llegar con la gracia, pero el silencio también es importante en la relación con Dios, ya que en el caso de la suegra de Pedro, Jesús no dice nada, sencillamente, la toma de la mano y le transmite la salud: «desapareció la fiebre» dice el relato. El Evangelio dice que ella se encuentra postrada en cama y con fiebre y que esta fiebre le impide toda actividad y en particular el servicio a los demás, característica de los que siguen a Jesús, servicio que ejercerá apenas la fiebre desaparezca. Liberar de la fiebre significa aquí capacitar para el servicio, para el seguimiento, para asumir la causa de Jesús en la construcción de su Reino a través del amor entre los miembros de la comunidad.
Jesús sigue ahora con nosotros, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con los males que nos aquejan. Él sigue cumpliendo la definición ya anunciada por Isaías y recogida en el Evangelio de hoy: «Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores». Jesús quiere curarnos a todos de nuestros males, nos quiere tomar de la mano, o decir su palabra salvadora, o simplemente tocarnos y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como. Hoy es sábado, no olvidemos que los sábados de una manera especial la Iglesia recuerda a María la Madre de Dios y Madre nuestra. A ella pidámosle este día que seamos dóciles a Jesús que nos quiere curar para que le sirvamos como discípulos–misioneros. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario