viernes, 25 de junio de 2021

«El leproso curado»... Un pequeño pensamiento para hoy


Con el Evangelio de hoy (Mt 8,1-4), se inicia el relato de una serie de hechos milagrosos —exactamente diez—, con los que Jesús corrobora su doctrina y muestra la cercanía del Reino de Dios al pueblo. Como había dicho él mismo, a las palabras les deben seguir los hechos, a las apariencias del árbol, los buenos frutos. Las obras que él hace, curando enfermos y resucitando muertos, van a ser la prueba de que, en verdad, viene de Dios: «si no creen en mis palabras, crean al menos a mis obras». En el trozo evangélico de hoy el Señor cura a un leproso. La oración de este buen hombre es breve y confiada: «Señor, si quieres, puedes curarme». Y Jesús hace esta súplica inmediatamente eficaz. Le toca, a pesar de que nadie podía ni se atrevía a tocar a estos enfermos de lepra, y le sana por completo. La fuerza salvadora de Dios está en acción a través de Jesús, el Mesías.

Según la doctrina oficial judía, apoyada en las prescripciones de la ley, no había para el leproso alguna posibilidad de acceso a Dios ni a su Reino, pero el mensaje de Jesús se convierte para él en un horizonte de esperanza. El deseo de salir de su miseria y marginación vence el temor de infringir la ley y se acerca a Jesús. Su actitud es de humildad, de súplica y de confianza en el poder curativo de Jesús; sólo quiere que lo limpie de la lepra. Desea que elimine la barrera que lo separa del amor de Dios y le impide participar en su Reino. Esta es la reacción de los marginados, de los empobrecidos, a la proclamación de Jesús. Con la curación de este leproso Jesús denuncia la mentalidad social y religiosa de los judíos que margina, excluye y genera la muerte. Con esta curación Jesús quiere afirmar su postura en la defensa de la vida y la dignidad del hombre y de esta manera sacude los cimientos teológicos del judaísmo que están construidos en el legalismo y en la observancia ciega de la ley que no situaba en primer lugar a la persona, sino en los preceptos solos.

No hay duda de que la vida de los hombres de ayer y de hoy está llena de sufrimientos más o menos visibles, físicos, mentales y morales. El leproso del Evangelio de hoy es una de estas miserias. Aunque los hombres se afanen por buscar las riquezas y finjan vivir en un mundo inmortal, los signos de la muerte que cada hombre lleva en sí mismo son inevitables. Los encontramos en cada paso de nuestra vida. Drogas, matrimonios deshechos, suicidios, abusos, enfermedades como esta de la covid-19 y un sin fin de desgracias que hasta el hombre más famoso, más rico, más sabio y más sano conoce personalmente. Para muchas personas muchas de estas realidades son hechos de cada día. Sin embargo, ellas mismas saben que a pesar de ello se debe ir adelante en la vida lo mejor posible. Por eso, Jesús pone en sus manos etas desdichas y las transforma en gracias y en bendiciones. Él realiza milagros para que veamos que es capaz de darnos una vida que no sólo es sufrimiento sino que también hay consuelos físicos y morales que, son más profundos porque tocan el alma misma. Para esto ha venido a esta vida, para traernos un reino de amor y unión. Pidamos con María Santísima que confiemos en Él, en su palabra que nos habla del Padre misericordioso e interesado por nuestra felicidad. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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